Hoy se celebra un año más del Grito de Independencia de Quito, que representó con su Junta Suprema el arranque oficial de la emancipación de los pueblos hispanoamericanos del dominio español. Otros países también han celebrado sus respectivas gestas en estos días (Perú celebró el bicentenario el 28 de julio) o lo harán en los siguientes. Quisiera usar estos hechos como pretexto para hablar sobre la independencia en nuestros vínculos, los cuales han de pasar del apego al amor, como ya he tratado en otros artículos anteriores sobre las relaciones de dependencia. Tendré que hacer simplificaciones para poder traer al mundo doméstico lo que le compete a la geopolítica, sin embargo confío en que la analogía resulte ilustrativa.
Conviene recordar a John Bowlby y su teoría del apego, al cual definió como «cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido». Según Bowlby, este apego primigenio está relacionado con el desarrollo emocional de la persona y sus posteriores habilidades relacionales. Su modelo propone cuatro sistemas de conductas relacionados entre sí: el de conductas de apego, de exploración, de miedo a los extraños y el afiliativo. Mary Ainsworth, junto con otros investigadores, partiendo de esta teoría, ha venido estudiando el fenómeno del apego. Lo ha hecho en estado natural, digamos, como hizo con una tribu de Uganda, o con su famoso experimento de la situación del extraño, que le condujo a sugerir los patrones de apego seguro, evitativo y ambivalente. En este experimento, se llevaba a un niño con su madre y se lo exponía a diversas situaciones con un extraño para medir su reacción.
En este sentido, y para poder realizar la analogía de la dependencia en las relaciones personales con las internacionales, voy a hacerlo a través de los sistemas propuestos por Bowlby:
1. El sistema de conductas de apego.
Son aquellas que sirven para mantener la cercanía con las figuras de apego. El clásico «está haciendo una rabieta para llamar la atención».
El proceso independentista hispanoamericano se inició con una serie de protestas dispersas que no llegaron a ser revoluciones. En realidad, las naciones americanas estaban desarrollándose y lo que querían era reclamar la preocupación de España hacia sus problemas. Posteriormente, los distintos gritos de independencia resultaron llamados a la adhesión a un modo de gobernar tradicional, contra el autoritarismo que estaba imponiendo el imperio napoleónico. Una manera de decir: «mamá, como no me haces caso me voy».
En nuestras relaciones, no es extraño que actuemos con este apego ambivalente. Nos peleamos con el otro, con la intención inconsciente de hacerle un llamado de atención para que no se aleje y nos trate mejor. Como no estamos seguros de nosotros ni de la relación, queremos comprobar la cercanía de la figura de apego (en el niño la madre, en el adulto la pareja).
2. El sistema de exploración.
En íntima conexión con el anterior, en una proporción inversa: mientras menores conductas de apego, mayor exploración del entorno. Una muestra son los niños que no se despegan de la pierna de la madre cuando salen.
Las naciones americanas, luego de aquellas primeras etapas, comienzan sus guerras independentistas. Están explorando la capacidad para enfrentarse a su madre patria y subsistir con autonomía, y esta no se resigna a dejarlas ir. Los gobiernos peninsulares no se sienten seguros de poder sostener su tren de vida sin la dependencia económica hacia los pueblos colonizados. Por ello luchan por mantener su statu quo a toda costa.
Como el adolescente que ha desarrollado un apego seguro con su madre y comienza a hacer uso de su libertad, el adulto que se siente confiado en su relación con el otro no teme separarse y conocer incluso nuevas personas y situaciones, y que la otra persona haga lo mismo. Por el contrario, el adulto con apego inseguro tendrá peleas muy fuertes (hasta llegar a la violencia) por miedo a perder al otro; es como el adolescente que le hará una escena a su madre porque no le resolvió un problema.
3. El sistema de miedo a los extraños.
También en relación con los sistemas previos, sobre todo con el exploratorio, se pone en marcha cuando el ambiente se percibe hostil y no se cuenta con la protección materna, normalmente llevando al aislamiento. Como el niño que es dejado solo en una fiesta y se queda sentado en una esquina sin tomar contacto con nadie.
Las naciones, ahora independientes, comienzan a buscar desarrollarse de una manera autónoma. Se inician los discursos de rechazo a los imperialismos, e incluso los conflictos con los vecinos. Surgen en algunos momentos y en ciertos países nacionalismos que nacen de la inseguridad en una identidad en construcción.
En las relaciones de dependencia, no es raro que el uno quiera alejar al otro de quienes le resultan extraños: familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc. Representan una amenaza para su relación en el sentido en el que pueden separarlo del estilo de vida que ha impuesto como protección. Como el niño o el adolescente que evita salir del aula en horarios de recreo, por no saber si es lo suficiente para ser aceptado por el grupo. Sus amigos son quienes se acercan a él y le demuestran que puede confiar en ellos.
4. El sistema afiliativo.
Es la tendencia natural de las personas a interactuar y mantener proximidad con otros. Este se da cuando los sistemas previos se equilibran. El niño siente necesidad de jugar con sus pares, y si logra vencer sus miedos a través de vínculos seguros disfrutará haciéndolo.
Luego de alcanzar su madurez como naciones, los países americanos (esperemos que todos) logran establecer vínculos políticos y económicos entre ellos y con otros fuera del continente. Surge una necesidad de asociarse y apoyarse mutuamente, encontrando lazos de unión. Son interdependientes, ya no dependientes.
Cuando en una relación ambas personas logran la seguridad para no necesitar ninguno de los sistemas anteriores, sino que del apego seguro han llegado al amor, pueden depender uno del otro de una manera saludable. Como un hijo que ha logrado crecer sintiendo el apoyo de sus padres, pero sin necesitar que ellos estén ahí para resolverle la vida.
Podemos caminar del apego, que es el estado básico de relación entre dos seres, hasta el amor, que es el sentimiento que busca el bien del otro y a la vez se sostiene en él para construir juntos. No necesitamos al otro para sobrevivir ni para desarrollarnos, pero sí vamos creciendo lado a lado. Como los países latinoamericanos que pasaron de un apego inseguro a buscar la seguridad de la hermandad de naciones, aun sabiendo que no es perfecta, edifican un futuro juntos. Buscar relaciones en las que nos alimentemos mutuamente es el fin del amor y aporta al sentido de vida de cada uno.
La interdependencia, basada en el amor, nos permite seguir cada cual sus pasos pero con un mismo horizonte.
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