Cuando tenía unos dieciocho años, mi futuro cuñado me prestó un disco que trajo de Brasil, donde causó furor: Nós Vamos Invadir sua Praia, de Ultraje a Rigor. En él está la canción Eu Me Amo, que dentro del contexto irónico de las letras del grupo paulista podría ser una burla de los gastados temas románticos. Sin embargo, debajo de aquella humorada está un mensaje muy real: «Yo me amo / ya no puedo vivir sin mí […] Ahora, tengo una razón para vivir / Ahora, puedo hasta gustar de ti / Por completo me podré entregar / Es mucho mejor si tú te sabes amar». Es que cuando reflexioné sobre la letra, tomando en cuenta que Roger Moreira no deja de usar la sátira para dar un mensaje, entendí que se refería a una verdadera philautía, un amor propio saludable. Algo de lo que ya he hablado antes, sobre todo en el artículo donde lo contraponía con el egocentrismo. Profundicemos un poco más, con una pequeña playlist incluida.
Habíamos citado a José-Vicente Bonet, quien influido por la psicología humanista señalaba que el enemigo de la autoestima no es «la estima de los otros, sino la desestima propia». Es decir, lo malo no es amar a los demás, es no amarse uno mismo; por tanto, amar a los demás no implica dejarse de amar uno mismo. Santo Tomás de Aquino señalaba que, en cierto sentido, todos nos amamos porque respondemos al instinto de supervivencia; en otro, el amor propio puede ocasionar hacer daño a los demás, pues es un amor desordenado que no toma en cuenta las necesidades del resto. Pero cuando el ser humano se conoce a sí mismo, a su yo interior, que no se limita a sus urgencias básicas y a sus deseos egoístas, entonces es capaz de amarse de verdad. Responde a la consideración de Rudolf Allers sobre la salud mental: quien niega su esencia espiritual y su sed de infinito, es incapaz de amarse de forma sana. Carl Rogers, recordemos, mencionaba el desprecio de sí mismo como la fuente de muchos males psicoafectivos.
El mismo Rogers consideraba que el concepto de sí mismo, (el self de William James), se compone de tres factores: autoimagen, autoestima, y Yo ideal. Ya habíamos analizado esto, aclaremos un poco más:
- Autoimagen
Expresa cómo nos vemos. Como en aquella canción de Alejandro Lerner (Confesiones frente al espejo) uno no se ve a sí mismo siempre igual y puede verse algunas veces de una manera distorsionada. Según un estudio (Kuhn, 1960), esta autoimagen suele proyectarse desde los roles sociales (profesión, estado civil, etc.) o desde las características internas (generoso, comprensivo, de mal carácter, ingenuo). Mi imagen es la que la vida me ha ido mostrando, a partir de mi punto de vista y el que percibo de los demás. Por tanto, no siempre estoy seguro de quién soy. Rogers considera el self como un todo en proceso donde, si cambia una parte, lo hace también el resto.
Un ejemplo: una persona ama el básquet, y cuando era pequeño su familia lo motivaba a que participe en todos los equipos que pueda y aplaudían cada actuación en la cancha. Creció considerándose un excelente basquetbolista, hasta el día en el que un entrenador en la selección de la universidad le dijo que no tenía suficiente talento pues falló una serie de tiros libres. Desde ese momento, no volvió a practicar deportes, y cuando sus amigos lo invitaban decía que debía trabajar. Si en la adolescencia le preguntaban quién era, contestaba «Roberto, estrella del basquetbol»; de adulto era «Roberto, ingeniero y padre».
- Autoestima
Por su parte, este componente señala cuánto nos valoramos. El Cuarteto de nos, en su Habla tu espejo plantea esa ineludible realidad que nos indica el reflejo de nosotros mismos. Por esto, Michael Argyle considera que la autoestima se construye con cuatro elementos: la reacción de los otros, la comparación con los demás, los roles sociales y la identificación. En resumen, es una manera de considerar la autoimagen conforme a ciertos parámetros más o menos medibles, en apariencia. Los demás me transmiten distintos grados de aprecio a quién soy y lo que hago, pero también me comparo con ciertos personajes que entiendo que están socialmente bien valorados. Por esto mismo, los roles sociales ayudan u obstaculizan una buena autoestima, por lo cual necesito identificarme con ciertas «etiquetas» o estereotipos deseables, mientras eludo los que no lo son. Rollo May menciona que comprometemos nuestra autoestima por la interacción social, pero si encontramos un medio favorable, esta se mantendrá firme.
En el ejemplo de Roberto, ser un buen basquetbolista era un papel que le daba un prestigio especial en su familia, el colegio, e incluso con sus amistades. En el momento en el que esta etiqueta dejó de funcionar por una crítica negativa de su entrenador y por haberse comparado con jugadores mucho mejores, prefirió dedicarse completamente a obtener un título de ingeniero. Era mejor ser considerado un buen profesional que un deportista mediocre.
- Yo ideal
Significa quién queremos llegar a ser. Muchas veces, incluso implica el vernos mejores de lo que realmente somos. Me gusta recordar esa primera intención en el tema de Michael Jackson, Man in the mirror, con su propósito de cambio personal como semilla de un mejoramiento colectivo. Cuando el yo ideal me enfoca en la discrepancia entre quien creemos ser y quien la realidad nos demuestra que somos, el resultado es un desequilibrio emocional. Por el contrario, cuando ese yo ideal es un faro hacia el cual dirigimos nuestra vida, nos brinda un propósito saludable de autorrealización. Mientras más alcanzable sea, menor disonancia generará y mejor me sentiré conmigo mismo, como diría Maslow.
Si el basquetbolista hubiera tomado esa crítica como un impulso para llegar a ser mejor, tal vez habría logrado sentirse en paz por el esfuerzo y por cada paso en el camino hacia esa meta. Sin embargo, la distancia entre la estrella del básquet y el profesional del montón consigue tirarlo abajo, sintiéndose frustrado, y desquitando su impotencia con todas las personas a su alrededor.
El verdadero amor propio es aquel que nos motiva a seguir creciendo y fortaleciendo nuestras capacidades. El que sostiene nuestra dignidad a través de una autoimagen realista, una autoestima saludable y un yo ideal que guía siempre nuestro sentido de vida. Para amar a los demás, debo comenzar por amarme a mí de manera sana, enfocando mis deseos en aquello que es bueno, bello y verdadero. Morir a esas pasiones que me tienen revolcándome en el lodo del egoísmo y la falta de empatía. Entonces, como Roger Moreira, podremos decir que como ya nos hemos encontrado y nos sabemos amar, podemos amar al otro. Tener amigos, construir una familia, parten de un concepto realista y saludable de uno mismo. Las mejores relaciones se dan entre dos personas que se aman a sí mismas y se entregan al amor.
Amémonos, para poder dar esto que amamos a los otros.
Foto por Polina Kovaleva en Pexels