¿Todavía estás ahí?

El otro día leí el tuit de una persona que denunciaba el sistema de salud de España por lo mal que fue atendida. Eso no sería muy extraño si no fuera porque luego respondieron al mensaje contando que se había suicidado por culpa de la falta de acompañamiento y los malos diagnósticos. Ángela dejó programadas algunas publicaciones ahondando en el tema, y todo esto ha causado un revuelo que -ojalá- esperamos que ayude a visibilizar el problema, no solo en su país, sino en el mundo entero. Uno de los comentarios a todos esos mensajes fue el que da nombre a este artículo. Recuerdo entonces la canción de Charly García, Viernes 3 a.m., y pienso que el problema del suicidio es que se lo entiende muy poco, y que muchas veces nos damos cuenta del peligro cuando ya es demasiado tarde y ya no hay nadie ahí a quién ayudar.

Es alarmante pensar que, según los últimos datos con los que contamos, cada año alrededor de 800.000 personas se quitan la vida. Por hacer una relación, es como que un año desapareciera la población de Ámsterdam, al siguiente la de San Miguel de Tucumán y al siguiente la de Valencia. Más preocupante aún es el hecho de que la cifra va en aumento. Peor si tomamos en cuenta que es una de las principales causas de muerte en muchos países. En Ecuador, por ejemplo, el número de asesinatos está casi a la par que el número de suicidios. Casi en todo el mundo, hay una mayor tasa de suicidios en hombres que en mujeres.

Según los distintos estudios, el suicidio es un tema multifactorial, y por tanto debe ser abordado desde muchos puntos de vista. Tenemos los aspectos fisiológicos (la química cerebral), psicoafectivos (trastornos de la personalidad y anímicos), sociales (falta de redes de apoyo y presiones externas) y espirituales (ausencia de contacto con la trascendencia). Desde mi punto de vista basado en la psicología humanista sustentada en una antropología personalista cristiana, considero que se deben tomar en cuenta todos los elementos juntos, pues como dice Perls el hombre es más que la suma de sus partes. Es muy importante, en este aspecto, asumir la visión de Viktor Frankl en cuanto al sentido último de la vida: «Yo sólo puedo ser plenamente hombre y realizar mi individualidad en la medida en que me trasciendo a mí mismo de cara a algo o alguien que está en el mundo». Un tópico que es fundamental cuando lo encajamos en la pirámide de necesidades de Maslow, en cuanto a que si alguno de los escalones falla, la cúspide ocupada por la tendencia a la autorrealización no se puede sostener.

En esta simplificación excesiva, que uso para poder abarcar algo que es difícil agotar en un artículo, es evidente que no deberíamos pasar por alto ningún elemento cuando juzgamos el acto suicida. Lo digo porque suele ocurrir que la gente, al escuchar sobre un intento de suicidio, califica al individuo de débil, cobarde, falto de inteligencia y alejado de Dios. No entienden cómo alguien se puede matar porque la novia le dejó o se quedó en la bancarrota. O, peor aún, sin razón aparente. Yo he conocido muy de cerca a muchas personas que han intentado ponerle fin a su vida, y puedo decir que ninguna de esas razones son remotamente válidas. Una que sí es capaz de ajustarse a casi todos los casos es el vacío existencial: la vida no tiene sentido. Y deberían decir: «mi vida no tiene sentido». Una frase que -pienso- casi todos los seres humanos hemos pensado en algún momento. ¿Qué hace que esta idea se lleve al acto en ciertos casos y no siempre? ¿Por qué unos individuos llegan a término y otros fracasan en el intento? ¿Se puede ayudar a estas personas?

Considero que lo primero es el acercamiento, la conexión, el encuentro. Algo que señalan casi siempre los suicidas es que se sienten solos, incomprendidos, excluidos, marginados. No únicamente por una pareja o un profesional de la salud, sino por el entorno entero. Si bien en ocasiones tiene que ver con lo económico, no siempre es así, como se puede ver en las estadísticas. Por esto, ese acercamiento no debería estar relacionado con ayuda profesional de manera exclusiva y excluyente. Obvio, como psicólogo estoy consciente de la importancia de un sistema de salud en estos cuadros. Sin embargo, lo que más necesita una persona con ideaciones suicidas es alguien que le escuche, que le comprenda, que le acoja. Y ese alguien se lo busca en los más cercanos, que muchas veces son los más lejanos. Por esto, el suicidio es un tema individual que no deja de ser social. Nos construimos en el grupo humano, nunca fuera.

Conviene, antes de seguir, comprender que existirían cuatro fases en el suicidio:

  1. Ideaciones suicidas: pensamientos sobre quitarse la vida. Pueden abarcar un espectro amplio entre sentir que la vida «es muy pesada y no vale la pena», hasta tener una imagen muy clara y planificada de cómo «terminar con el sufrimiento».
  2. Autoagresión: también llamada autolisis, es una forma de hacerse daño sin llegar a atentar contra la vida. Suelen ser maneras de liberar la tensión que produce la frustración ante las decepciones, para evitar llegar a la muerte.
  3. Actos suicidas: intentos de terminar con la propia vida. Muchas veces terminan siendo llamados de atención inconscientes hacia sí mismos o hacia otras personas, pero que ponen en real riesgo la integridad del sujeto.
  4. Suicidio consumado: el intento de matarse ha tenido éxito. Si bien no podemos conocer cuándo el individuo realmente quería poner fin a sus días o cuándo se le fue de la mano, es evidente que el peligro ante las señales no debe ser pasado por alto.

Frecuentemente, la serotonina está detrás de todos los procesos autolesivos, porque es la sustancia responsable de modular los estados de ánimo. No pocas veces sin razón aparente, otras muchas como respuesta a un episodio puntual o un estado más prolongado dentro de la vida de la persona. O sea, a veces el individuo no ha vivido un evento especialmente doloroso o traumático, aunque en otras sí ha tenido uno o incluso siente que es una situación permanente. El primer caso parece ser el que más se pasa por alto: es un sujeto en apariencia tranquilo y alegre, sin mayores retos en su día a día y que no ha experimentado ningún sufrimiento grave y evidente. Y sin embargo, como dice el dicho, la procesión va por dentro. Es aquí donde la cercanía es tan importante cuando alguna alarma se prende.

¿Qué hacer si alguien de tu entorno evidencia ideas o conductas autolesivas? Algunas pautas:

Atención

No des por hecho que lo dice por decir, nada más. Ignorar o minimizar lo que siente la persona puede empeorar el cuadro, y ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Escucha

Muchas veces lo que necesita el sujeto es tener alguien con quien hablar sin sentirse juzgado ni objeto de burla. El solo hecho de poder sacar lo que tiene en su pecho puede resultar liberador e incluso darle perspectiva sobre sus emociones y pensamientos.

Contención

Las emociones llegan ser un caudal sin fin y sin control si lo permitimos. Somos capaces de darle un cauce a esas ideas si les ayudamos a verlas sin el peso que les da su estado anímico. Tal vez ahí esté el secreto para distinguir entre un pensamiento temporal y una verdadera intención de quitarse la vida.

Apoyo

No solo hacerle saber que cuenta contigo, sino con toda una red de personas que lo aman. Conectarse con ellos, poder sentirse amparado por gente que se preocupa por su bienestar, más allá de cualquier diferencia, es básico para darle el soporte que necesita para sobrellevar sus bajones anímicos. Es útil poder fomentar el encuentro con la familia, los amigos, grupos de apoyo y comunidades de pertenencia (sociales, religiosas, etc.).

Paradoja

Frankl habla de la intención paradójica, que es una especie de término medio entre las reacciones instintivas de ataque o huida. Se trata de aceptar y acoger, y muchas veces ese objetivo se logra con el humor; quien sabe reírse de sus problemas consigue restarles drama y puede manejarlos de forma más fácil. Eso sí, nosotros no debemos reírnos del problema del otro porque sería irrespetarlo, pero sí motivar esa visión.

Enfoque

Hay que cambiar el foco desde lo que no se tiene a lo que sí se tiene: las fortalezas, las relaciones de apoyo, los sueños. Es lógico que la persona lo perciba todo gris si lo primero que ve delante son sus vacíos; poder enseñarle el cuadro completo y luego cambiar el enfoque hacia la luz es crucial para encontrar el sentido.

Ayuda

Lo más importante de todo es lograr que el sujeto encuentre la necesidad de buscar ayuda para manejar aquello que lo está sobrepasando. Primeramente, entender que la parte neurológica tiene que ser cuidada, como el hardware sobre el cual corre el software de los pensamientos y sentimientos. Luego, poder encontrar la guía psicológica e incluso espiritual que logre fortalecer las raíces y sustentar los sueños que permiten hallar un sentido de vida propio y sostenible en el tiempo. Un ikigai.

El artículo ha resultado largo, pero es más bien corto frente a la complejidad del problema del suicidio. Como profesionales de la salud, nuestra labor es poder comprender esa variedad de elementos que intervienen, y ser capaces así de acompañar al sujeto en lo que corresponde. Nada está perdido si actuamos con amor, fe y esperanza en que el trabajo lo hacemos en el aquí y el ahora de cada individuo, y que solo el encuentro personal nos permite lograrlo.

Con amor, ayudaremos a que sigan aquí.

Publicado por pfreilem

Mi vocación por el estudio de la afectividad y la mente humana, y de cómo estas se integran con la fisiología y la espiritualidad, surge del propósito vital de hacer de este un mundo mejor, de persona en persona. Estoy convencido de que a través de la búsqueda del conocimiento de uno mismo y la comprensión de la realidad, podemos generar cambios no solo en nuestra individualidad, sino en los distintos espacios colectivos que habitamos. Psicólogo licenciado por la Universidad Técnica Particular de Loja, he realizado Diplomados en Psicología Cristiana y Antropología Cristiana por la Universidad FASTA (Mar del Plata, Argentina) y he participado en el Curso de Estilos de Pensamiento con el Dr. Robert Sternberg, (Boston, Estados Unidos de América) y el Seminario Psicología & Persona Humana (Lima, Perú). He efectuado prácticas en diversas instituciones empresariales y educativas. He actuado como facilitador de intervenciones apreciativas para el cambio profundo en las organizaciones. Poseo una amplia experiencia en charlas de formación, consejería y en consulta privada, gracias a la cual he podido responder a un llamado personal de incidir en la paz social a través del encuentro con la paz interior.

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