El dinero como símbolo

No nos sorprende que alguien que da mucho valor al dinero sea tachado de materialista. Pero, ¿en realidad lo es? Cuando iba creciendo, me fui dejando deslumbrar por esa idea de que no necesitamos la plata para ser felices, y que esta solo trae desigualdades. Me viene a la memoria aquella canción de Los Prisioneros, Quieren dinero, que en una parte canta: «es una humana condición o es nuestro estúpido sistema / es una nueva religión o tal vez sólo sea su emblema». Pienso que podemos entender realmente qué significa el dinero en nuestras vidas, y así tener capacidad de usarlo y no considerarlo un fin último de manera que nos controle. De alguna forma ya hablé de esto en el artículo acerca de la pobreza como estado mental. Quiero profundizar aquí sobre el dinero mismo como símbolo de algo más.

Jae Min Lee y Sherman Hanna vinculan la teoría jerárquica de necesidades humanas de Maslow, que ya hemos revisado muchas veces, con la formulación y determinación de objetivos de ahorro. Lo explica José Antonio Portellano, psicólogo clínico: «disponer de seguridad económica nos facilita hacer otras cosas que nos resultan más gratificantes y, por tanto, lograr mayores niveles de bienestar emocional, un requisito imprescindible para ser feliz». Daniel Kahneman y Angus Deaton evidenciaron que, en cierto punto de ingresos (es decir, no siempre), uno mayor aumenta la satisfacción con la vida, aunque el bienestar permanece igual. Según Martin Seligman, el padre de la psicología positiva (recordamos su PERMA) señala: «por debajo de los mínimos necesarios, la riqueza es muy importante; es decir, que la pobreza afecta de manera negativa el nivel de felicidad«. Maike Luhmann y Louise C. Hawkley investigaron sobre la soledad y descubrieron, curiosamente, que los ingresos elevados parecen ser un factor de protección: cuanto más altos son, menos probable es que se sienta sola. Sin embargo, esta correlación es especialmente fuerte en la edad adulta media: el dinero es más importante en esta fase que en la edad adulta temprana o tardía. La situación profesional también es decisiva en la edad adulta. Tener un buen trabajo protege contra la soledad en esta fase de la vida. Es, por último, sumamente interesante que en un estudio de Elizabeth Dunn y colaboradores (2008), las personas que gastan más dinero en otros se sienten más felices, lo cual señala que todas esas preocupaciones monetarias no tienen por qué ser vistas como egoístas.

Por esto digo que el dinero es un símbolo que puede apuntar a la seguridad, la capacidad de disfrute o la posibilidad de ayudar, entre los principales. Como vemos, ninguno de estos conceptos es necesariamente materialista. Veamos: si una persona no tiene los recursos económicos que le hacen falta para poder ahorrar, es difícil que se dé un «gustito» o piense en guardar algo para el futuro. Vive día a día, con lo cual no tiene una seguridad financiera. Vive para trabajar, en lugar de trabajar para vivir. En esto recuerdo uno de los primeros grafitis en las paredes de Quito (de alguien que firmaba con un triángulo): «no pierda su vida ganándosela». O sea, siguiendo a Maslow, el individuo que centra su preocupación en el sustento diario, en poder tener para comer, vestirse y tener un lugar donde vivir, difícilmente podrá ver el dinero como algo secundario y sin tanta importancia. El dinero es un símbolo de sus necesidades básicas, de su seguridad más fundamental.

En otras realidades, la gente que tiene cubiertas todas sus requerimientos de base, pero no los afectivos, podría usar el dinero como símbolo de atractivo. El conocido «billetera mata galán». Ya que se siente inseguro de su propio valor, de que sea amable (en el sentido de que es capaz de ser amado), busca llenar ese vacío pagando cosas: regalos, invitaciones, etc. Esto suele ocurrir más con los hombres, pues lo que busca la mujer desde la época de las cavernas es seguridad, mientras la mujer le resulta atractiva al hombre porque puede ser una buena madre. Es algo que se da a nivel inconsciente, lo cual en realidad se contrapone a la idea de que los hombres feos, flacos, pequeños y desgarbados, se quedarán solos a menos que «compren» el cariño de alguien. Esto, pues la mujer no busca hombres guapos (ni fuertes y altos) por un ideal simplemente exterior: reflejan seguridad. Es por esto que un hombre que confía en sí mismo, por más pobre o poco agraciado que sea, resulta más atractivo que un galán de telenovela que titubea al acercarse a una dama. Por eso el dinero brinda tanto magnetismo para algunas personas: porque es -otra vez- un símbolo de seguridad.

Por último, si una persona tiene lo que hace falta para cubrir sus necesidades fundamentales y cuenta con relaciones afectivas sólidas, es probable que busque tener dinero para alcanzar su autorrealización. De ahí viene la intención del ahorro, pagar educación y formación, brindarle un futuro firme a su familia e incluso hacer el bien a los demás. El dinero se transforma en un símbolo de trascendencia. El amor de los otros lo tiene más o menos seguro, pero lo quiere devolver con un legado que vaya más allá de la propia vida. Ya que el ser tiende a Dios, y por tanto al infinito, sabe que su herencia no se termina en sí mismo sino en los demás, más allá del tiempo. Y a eso se ve empujado. El elemento económico entonces cobra valor conforme a su origen etimológico: pone orden en la casa. La persona, en consecuencia, administra sus recursos de la mejor manera no únicamente para cubrir lo más básico, sino incluso se puede privar de algunos gustos y placeres con la vista puesta en el futuro. El dinero es un símbolo de seguridad en el porvenir.

En realidad, la seguridad siempre es un elemento incompleto en nuestras vidas. Pongo un ejemplo práctico: si instalo una alarma en mi casa, la probabilidad de que entre un ladrón y se lleve todo es mucho menor, pero no es completa. Puede llegar un experto en alarmas que sepa cómo desactivarla, forzar la entrada y evadir todas mis protecciones. Así que estoy alejando al ladrón común, pero no puedo tener una seguridad absoluta de que nadie me va a robar nunca. Incluso, podría ser que en un día x se me olvidó dejar activadas las alarmas y aprovecharon para sacarme todo. El punto es que no hay seguridad completa, y eso se da en cada aspecto de nuestra existencia. Entonces, por más dinero que tengamos, no estamos exentos de accidentes, enfermedades, sufrimiento y dolor físico y emocional. Los ahorros pueden quedarse cortos el momento de una catástrofe, y serían inservibles si morimos en un choque. La vida misma es incierta y el futuro resulta desconocido.

Debemos valorar al dinero por lo que obtenemos de él, pero no permitamos que nos controle a través de esos símbolos inconscientes. El mensaje de Cristo fue siempre ese y no deberíamos apartarnos de él si queremos una vida plena y con sentido. Porque el sentido de nuestras existencias está mucho más allá de lo que podemos obtener con dinero, aunque es evidente que ayuda. Es lógico pensar que si no hay plata, no podré educarme, ni conseguir un trabajo, ni ganar lo suficiente para vivir con dignidad. Pero hay caminos, siempre y cuando seamos apasionados y perseverantes. Si las aves y los lirios del campo tienen lo que necesitan sin preocuparse, ¿por qué nosotros lo hacemos? Amor es la clave.

A través del amor, el dinero puede ser un símbolo del bien, la verdad y la belleza que deseamos para nosotros y los demás.

Foto por Nattanan Kanchanaprat en Pixabay

Publicado por pfreilem

Mi vocación por el estudio de la afectividad y la mente humana, y de cómo estas se integran con la fisiología y la espiritualidad, surge del propósito vital de hacer de este un mundo mejor, de persona en persona. Estoy convencido de que a través de la búsqueda del conocimiento de uno mismo y la comprensión de la realidad, podemos generar cambios no solo en nuestra individualidad, sino en los distintos espacios colectivos que habitamos. Psicólogo licenciado por la Universidad Técnica Particular de Loja, he realizado Diplomados en Psicología Cristiana y Antropología Cristiana por la Universidad FASTA (Mar del Plata, Argentina) y he participado en el Curso de Estilos de Pensamiento con el Dr. Robert Sternberg, (Boston, Estados Unidos de América) y el Seminario Psicología & Persona Humana (Lima, Perú). He efectuado prácticas en diversas instituciones empresariales y educativas. He actuado como facilitador de intervenciones apreciativas para el cambio profundo en las organizaciones. Poseo una amplia experiencia en charlas de formación, consejería y en consulta privada, gracias a la cual he podido responder a un llamado personal de incidir en la paz social a través del encuentro con la paz interior.

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