Cariño y carreteras

Foto por Voicu Oara en Pexels.com

«Estoy con él porque me da cariño», me dice una cliente. «¿Y qué más?», quiero profundizar. «Nada», responde resignada. Cuando oigo esto, recuerdo a aquellas personas que critican el gobierno de Rafael Correa en Ecuador. Según ellos, quienes lo defienden dicen que puede que falten muchas cosas, pero «tenemos carreteras». Ojo, que este no es un comentario político, sino que pretende hacer ver que valoramos las cosas fundados en una expectativa, a veces muy básica. En un gobierno, algo básico es la obra pública, pero existen muchos aspectos más. Me viene a la mente la escena de Y sin embargo de Joaquín Sabina, donde parece que la relación existe solo en el encuentro íntimo entre los protagonistas. En ella se muestra que, en una pareja, una cosa es el cariño y otra muy distinta lo que en verdad se ha de perseguir, que es el bien del otro en su integridad.

Cuando hablé sobre la voluntad de compromiso, citaba la Teoría triangular del amor de Sternberg que señala tres componentes: intimidad, pasión y compromiso. El cariño se muestra cuando solo existe intimidad, es decir, el acercamiento que permite que compartamos juntos, sin pasión ni compromiso. Carl Rogers traslada los principios de la terapia conversacional a toda relación, con sus requisitos de congruencia, empatía, y aceptación, por lo que el amor significaría ser comprendido y aceptado de forma plena por alguien. Mientras tanto, Erich Fromm considera el amor como una decisión. Siguiendo a Maslow, además, podemos afirmar que cada persona introduce a la relación su propio sistema de necesidades: si necesitas cariño pues nunca lo recibiste, lo buscas más que nada.

Quedarse en una relación porque hay cariño es como aplaudir un gobierno que te da carreteras. Es que si tu percepción es que antes no las había y ahora sí, lo agradeces. Si creciste en un entorno con carencias afectivas o tuviste experiencias tóxicas en tus relaciones de pareja, tener un novio cariñoso es una gran diferencia y también le das las gracias. Sin embargo, ese cariño puede ser superficial, pues no le interesa lo que te ocurra y tampoco se arriesgaría a ayudarte. Le pides algo y pone excusas, le cuentas tus cosas y parece oír ladrar al perro. Es la soledad acompañada. Pero hay cariño.

Una idea que me encanta y que repetimos en Fasta (el movimiento católico al que pertenezco) es que no basta con hacer el bien, sino que hay que hacer bien el bien. Y esta se desprende de otra aún más básica: no basta con no hacer el mal, hay que hacer el bien. Cuando hemos pasado por experiencias traumáticas (es decir, que han dejado heridas) en nuestras relaciones, nos conformamos con alguien que no nos haga daño. Y hablo del pasado de las relaciones con nuestros padres, hermanos, amigos, no únicamente enamorados o esposos. Si nos sentimos vaciados de afecto en años anteriores, nos conformamos con lo poco que nos dejan los otros. Marco Masini con su Bella stronza (traducida suavemente como Bella idiota) expresa ese sentimiento: «me conformo como un perro con las sobras».

El amor es mucho más que las expresiones de afecto más básicas. Es mucho más que las llamadas nocturnas a ver cómo estamos o la caja de chocolates en San Valentín. Es mucho más que la caricia y el beso, y las palabras dulces y las miradas tiernas. El amor en no pocas ocasiones se muestra dejando ver el lado oscuro de la relación, el dolor y la angustia. El amor calla cuando hace falta y grita cuando es necesario. El amor tiene paciencia, pero también espera el crecimiento del otro. El amor no se guarda una palabra dura para evitar hacer daño, si sabe que es necesaria con el fin de mejorar al otro y fortalecer el vínculo.

Debemos encontrar qué es lo que tenemos en nuestras relaciones y ordenarlo. Hay veces en que no es que no amemos a la otra persona o que no nos ame, es que confundimos ese amor puramente físico, o mental, o afectivo, o espiritual con un amor integral, como debe ser el amor de pareja. Una relación que muestre compromiso, pasión (en el sentido del deseo intenso de unir la vida a la del otro) y no solo intimidad. Que sepa sentir con el otro, aceptar al otro con sus virtudes y defectos y mostrarse al otro también en su debilidad y fortaleza. Decidiendo, día a día, construir juntos como reflejo del amor de Dios por su Iglesia.

Porque donde hay amor, todos los vacíos y heridas comienzan a sanar.

Foto por Voicu Oara en Pexels.com

Publicado por pfreilem

Mi vocación por el estudio de la afectividad y la mente humana, y de cómo estas se integran con la fisiología y la espiritualidad, surge del propósito vital de hacer de este un mundo mejor, de persona en persona. Estoy convencido de que a través de la búsqueda del conocimiento de uno mismo y la comprensión de la realidad, podemos generar cambios no solo en nuestra individualidad, sino en los distintos espacios colectivos que habitamos. Psicólogo licenciado por la Universidad Técnica Particular de Loja, he realizado Diplomados en Psicología Cristiana y Antropología Cristiana por la Universidad FASTA (Mar del Plata, Argentina) y he participado en el Curso de Estilos de Pensamiento con el Dr. Robert Sternberg, (Boston, Estados Unidos de América) y el Seminario Psicología & Persona Humana (Lima, Perú). He efectuado prácticas en diversas instituciones empresariales y educativas. He actuado como facilitador de intervenciones apreciativas para el cambio profundo en las organizaciones. Poseo una amplia experiencia en charlas de formación, consejería y en consulta privada, gracias a la cual he podido responder a un llamado personal de incidir en la paz social a través del encuentro con la paz interior.

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