Contra el aislamiento, Orden

Siguiendo con el tema del aislamiento, y de cómo salir airosos de él encontrando de manera libre un sentido, ponemos el ojo en el orden. El estado actual de cosas genera naturalmente caos e inestabilidad, y para poder combatirlos es vital el orden. Y entendamos por qué desde su etimología: el término griego cosmos, κόσμος (kósmos), orden, es la antítesis de caos, Χάος (Kháos o cháos), desorden. Ya desde los antiguos griegos, el universo se ha concebido como un lugar organizado, gracias a un conjunto de leyes que le dan estabilidad. Sin esas normas colapsaría y dejaría de existir. Eso le pasa también a nuestras vidas.

Entonces, necesito estructura. Si guardo una estructura mínima es posible enfrentar la angustia y la ansiedad (dos palabras que vienen de lo “angosto” que se ve el futuro) que son fruto de no saber qué va a pasar en nuestras vidas con la CoViD-19. Si me organizo, me sentiré en paz. Sin embargo, esta estructura no puede ser inflexible, sino más bien como un esqueleto que permite también el movimiento libre. Porque si mi mente me encuadra en reglas que parecen hechas de hormigón, la ansiedad, lejos de disminuir, se consolidará de la mano del estrés (o del distrés, el estrés negativo). Esa estructura flexible es producto más que de condiciones externas, de un movimiento interno. Puedo vivir en una celda de 2×2 y tener una rutina que me permita sentir paz. Y esto lo saben los presos, los secuestrados, quienes sobrevivieron en campos de concentración, etc. Si mi vida tiene orden, mi mente puede estar en armonía, por duras que sean las condiciones.

Y he de extender ese orden a los que me rodean. Nuestro ya conocido amigo, Marshall McLuhan, decía que si miramos la historia de la humanidad, comprendemos que, partiendo de una jerarquía que va desde lo más pequeño y cercano a lo más grande y lejano, el hombre construyó su vida alrededor del hogar (un hogar que nos remite al fuego primigenio, al sol y a la creación). El sedentarismo fue disponiendo aldeas en torno a lazos comunes (tribu, ayllu, clan son distintas palabras que significan familia), pero el posterior crecimiento en ciudades, estados e imperios (y todas las formas territoriales intermedias) fue alejando al individuo de esa conexión, de ese sentimiento colectivo. La aldea global, reunida por los medios eléctricos y electrónicos, nos ha ayudado a recuperar esa consciencia de pertenencia. Y nos vuelve a remitir a la necesidad del orden primordial: las normas que permiten la marcha del cosmos.

Debo entender la realidad y fortalecer mis saludables conexiones, como hablaba en mis artículos previos, y a través de ellas ser un agente de orden. El orden también significaba belleza para los antiguos (de ahí que cósmico y cosmético compartan bases etimológicas), y por tanto mientras más nos acerquemos a lo bello, a lo bueno y a lo verdadero que parte de la organización que damos a nuestras vidas, más tranquilos y productivos podemos ser. Generar estabilidad desde mí, hacia afuera, en dirección aquellos con los que comparto vivienda, barrio, ciudad, país… planeta. Estamos en esto juntos. Todos sufrimos y continuaremos haciéndolo todavía. A pesar de ello, encontraremos una salida como humanidad.

Y, ya lo he dicho, lo pongo en camino en lo externo para motivar un orden interno, pero primero debí partir por dar claridad y andamiaje a mis pensamientos y sentimientos. Quiero equilibrio en mi vida, y por eso mi voluntad me lleva a generar hábitos virtuosos; es decir, repitiendo actos que me permitan realizar con más facilidad lo que busco, que apunta al bien (individual y común) y le da con esto sentido y propósito no solo a mi existencia, sino a cada minuto de ella.

Luego, vamos a lo práctico, que me lo estarás preguntando. Te pongo algunas bases, y vos puedes ir definiendo qué es lo que más necesitas y mejor te funciona:

  • Poner horarios. Es lo primero. No hace falta fabricarme una plantilla de lunes a domingo y de 5 a.m. a 11 p.m., aunque lo ideal sería ser lo más detallado posible, para verlo más claro. De todas formas, lo fundamental es distinguir cada momento, día, semana, basados en el objetivo que nos proponemos alcanzar en cada uno de ellos.
  • Limpiar. Comenzamos por lo tangible para pasar a lo intangible y volver. Nos lavamos las manos, nos bañamos, nos vestimos como si fuéramos a salir, aseamos nuestras cosas y la de los que conviven con nosotros, barremos, y de nuevo nos lavamos las manos. En definitiva, limpiamos no solo por higiene o salud física, sino mental. Y de ahí partimos a nuestras emociones e ideas, iniciando por lo que ya hemos venido viendo antes: malas noticias, malas vibras, ¡fuera! Nuestro espíritu, en paz con nuestra idea de trascendencia, con nuestra imagen de Dios a la cual tendemos. No nos podemos confesar, pero somos capaces de hacer un acto de contrición perfecta. Hablar con nuestro cura de confianza.
  • Clasificar. Buena oportunidad para decir si aquello que tenemos (igual podamos tocarlo o no) nos sirve o no, y si es útil a alguien para algo, lo comparto, lo presto, lo regalo. Si entendemos en qué categoría cae cada cosa que poseemos, sea material, psíquica, moral o espiritual, podemos saber qué hacer con ella. Tira esa caja de basura que pensabas darle uso algún rato. ¡O recíclala! Bota esa idea inútil, ese rencor mezquino, ese pensamiento paralizante, ese vicio que te aleja de tu meta de Infinito.

O sea, hay que convencer a la vida de que nada ha cambiado. Porque en esencia es así. Y, bueno, en esto en verdad hay gente para la que nada (o muy poco) ha cambiado: muchos repartidores, recolectores de basura, cajeros han visto escasa diferencia entre lo que hacían antes y lo que deben realizar hoy; pero sobre todo pienso en quienes han vivido aislados su vida entera. Sea por causas externas o internas, patológicas o voluntarias, hay gente que no sale o lo hace muy poco de sus cuatro paredes. Aun así todos ellos también deben aprender a manejar los cambios que estamos comenzando a enfrentar. Y recuerdo al agente 13 de la vieja serie del Superagente 86. Cada vez se le asignaba la labor de espiar desde los lugares más inverosímiles y recluidos. Casi siempre se quejaba con Smart, pero poco es lo que hacía para sostener esa realidad. Si hubiera dejado esa faceta victimista, es seguro que su labor, clave en CONTROL, le resultaría más gratificante.

Así que, ponle orden a tu vida, de manera consciente y libre, acercando a los demás a esa estructura para buscar el bien común. Verás como todo, por duro que sea, cobra sentido.

Un abrazo virtual, hasta que me lean la próxima vez.

Publicado por pfreilem

Mi vocación por el estudio de la afectividad y la mente humana, y de cómo estas se integran con la fisiología y la espiritualidad, surge del propósito vital de hacer de este un mundo mejor, de persona en persona. Estoy convencido de que a través de la búsqueda del conocimiento de uno mismo y la comprensión de la realidad, podemos generar cambios no solo en nuestra individualidad, sino en los distintos espacios colectivos que habitamos. Psicólogo licenciado por la Universidad Técnica Particular de Loja, he realizado Diplomados en Psicología Cristiana y Antropología Cristiana por la Universidad FASTA (Mar del Plata, Argentina) y he participado en el Curso de Estilos de Pensamiento con el Dr. Robert Sternberg, (Boston, Estados Unidos de América) y el Seminario Psicología & Persona Humana (Lima, Perú). He efectuado prácticas en diversas instituciones empresariales y educativas. He actuado como facilitador de intervenciones apreciativas para el cambio profundo en las organizaciones. Poseo una amplia experiencia en charlas de formación, consejería y en consulta privada, gracias a la cual he podido responder a un llamado personal de incidir en la paz social a través del encuentro con la paz interior.

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