Hoy va de música. Habremos oído, aunque no sepamos de teoría musical, mencionar esto de la tónica. Son comunes frases del tipo: “el desinterés era la tónica de la negociación”, refiriéndose a la tendencia a la apatía que se veía a lo largo de dicha negociación. Este término de origen musical nos da esta idea de algo que se mantiene, que es estable. Podemos pasar nuestra vida en una tónica única o modular a otras tónicas que significan otras etapas. ¿Qué es lo saludable? Que cada etapa tenga su tónica, y entenderlo así. Hay etapas tristes, momentáneas, que pueden implicar tonos menores, más dramáticos. Pero transcurrir nuestra vida en esa tonalidad menor no hace sino impedirnos llegar a ser lo que en realidad podemos ser. Aquí voy a hablar de los distintos tipos de modulación, es decir, de cambio de tónica, para ser capaces de relacionarlos con la manera en la que debemos enfrentarnos a las distintas etapas de la vida de forma sana.
Sin querer aburrir con términos técnicos, habrá que explicar de la manera más sencilla posible algunos fundamentos musicales para podernos entender. La tónica es la nota alrededor de la cual gira una obra, y que cuando aparece da la sensación de reposo. Esta nota genera un acorde (un grupo de notas que se construyen armónicamente sobre un tono particular). Una manera de darnos cuenta de este acorde de tónica es que es usual que aparezca al principio, y casi siempre al final (si el compositor quiso dar esa sensación de reposo). Aunque muchas obras populares se mantienen en una sola tónica, existen otras que usan un recurso que es casi imprescindible en la música académica: la modulación. Este recurso aporta variedad y dramatismo, pues implica pasar a otra tónica en algún momento de la composición. Hay veces en los que esa modulación es transitoria, y en obras pequeñas puede ser apenas de unos segundos. Otras ocasiones es definitiva y la obra termina en esta nueva tónica. También conviene comprender que los acordes tienen funciones dentro de la tonalidad (básicamente tres: tónica, subdominante y dominante), y esta función es determinante en los procesos modulativos. Vamos a entender nuestra vida en términos musicales, en consecuencia.
Abraham Maslow tenía muy presente la jerarquía de necesidades que motivan al individuo, señalando que en la cima de esa pirámide está la necesidad de darle sentido a la vida, un propósito a las actividades que sea más grande que el mismo individuo. Maslow lo llamó de varias maneras: motivación de crecimiento, necesidad de ser y autorrealización. Carl Rogers lo estudió en un libro fundamental, cuyo título nos dice todo: “El proceso de convertirse en persona”. Él consideraba que el ser tiende de manera natural a la actualización; o sea, lo que para Kant era el deber ser, esa búsqueda de lo que en potencia somos, lo que hemos de alcanzar. Sin embargo, atendiendo a esta pirámide de necesidades de Maslow, una persona que no ve subsanadas las más básicas (fisiológicas, de seguridad y afectivas), es difícil que pueda pasar a las de desarrollo: estima y reconocimiento, y autorrealización. No podrá modular a otra tónica. Aun así, hay individuos que teniendo cubiertas las necesidades básicas no se animan a esa modulación. Veamos formas de hacerlo.
Como dije antes, no quiero entrar en profundidades teóricas, pero sí explicar de una manera simple cómo se dan los distintos tipos de modulación para traducirlos a la vida práctica. Iremos desde la más frecuente en la música popular, hasta la más rara. Comenzamos con dos, y seguiremos la próxima publicación con las otras tres.
- Modulación por acorde común
Es la que utiliza un acorde que está presente tanto en la tonalidad de origen como en la de destino; es decir, todas las notas de este acorde se hallan, sin alteración, en las dos tónicas. Por esto, el paso es muy suave y el oyente desprevenido no lo notará. En general, lo que ocurre es que un acorde con una función en la tonalidad de origen toma otra en la de destino: de subdominante pasa a dominante (la que conduce a la tónica), por decir. Ejemplos: I Want To Know What Love Is de Foreigner, en el precoro (donde dice “In my life…”) o en Aprendizaje de Sui Géneris, en la segunda frase (“… cortándome el pelo…”), se usan acordes comunes para preparar la transición a una tonalidad distinta.
En la vida, es usual que pasemos de una etapa a otra sin sentirlo, ya que guardamos emociones, pensamientos y proyectos de la etapa anterior. Es el caso de la modulación hacia el matrimonio, pues traemos nuestra vida de solteros a la vida en pareja; algo que ya veníamos preparando en el noviazgo pero sin asumirlo todavía. Para algunas personas, estos cambios no terminan de resolver, como en música, y el centro tonal sigue siendo el anterior. Como es de pensarse, esto repercute en el bienestar porque no se ha aceptado la nueva etapa. Se trata de asentarse en la tonalidad actual y vivir en ella con alegría, sin añorar la anterior.
- Modulación por intercambio modal
Además de la tonalidad, existe el modo. La escala (la serie de notas que pertenecen a una tonalidad) varía según éste por los intervalos (más cortos o más largos) entre notas. En la música popular occidental, simplificando, encontramos dos modos: mayor y menor (alegre y triste, digamos). El intercambio modal usa acordes de un modo en el otro. Para visualizarlo más o menos: en el modo mayor, el cuarto grado (el acorde construido sobre la cuarta nota) es mayor; en el modo menor el mismo grado es menor. Si usamos en una tonalidad mayor un acorde de cuarto grado menor para pasar a una tonalidad menor distinta, estamos usando un intercambio modal. Un ejemplo: En Penélope, de Joan Manuel Serrat, tenemos un intercambio modal el momento en el que el precoro (“Dicen en el pueblo…”) resulta un gran pasaje en el modo mayor de la tonalidad inicial, para luego pasar a una tonalidad que está a un semitono de ella. Dos tonalidades separadas por un semitono, aunque sus notas tónicas están muy cerquita, tienen alteraciones muy diferentes de las notas que los siguen, y por eso se las acerca cambiando de modo. Otro ejemplo: I’m Still Standing de Elton John tiene estrofas en tonalidad mayor y un coro en menor, compartiendo la tónica, pero no el modo; ello le da un especial tinte al coro, pues sin cambiar la rítmica alegre y positiva se vuelve introspectivo.
Es quizás más frecuente de lo que pensamos atravesar distintos modos dentro de nuestras vidas. Ciertos tintes tristes o recogidos pueden llevarnos a etapas dramáticas, y por el contrario algún momento brillante y esperanzador nos conduce a días más alegres. Se vive algo así cuando pasamos por la enfermedad terminal de un ser querido, que puede llegarnos en momentos que consideramos felices en nuestras propias existencias, pero que ya van preparando al doloroso desenlace de la pérdida de esa persona importante. La conexión con las memorias positivas de esa relación son acordes que nos pueden devolver la alegría y regresarnos a una vida luminosa y con sentido, pasada la etapa de duelo.
Saber entender la etapa y modular de la anterior nos ayuda a entender que somos seres en construcción que no pueden parar de crecer. Pero esperen, que aquí no acaba la cosa. Para no volver más largo todavía este artículo, lo he dividido en dos, así que esperen el siguiente con el resto de los tipos de modulación y su aplicación a nuestra vida.
Porque saber modular es el secreto de la felicidad.
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