Responsabilidad y perfeccionismo

Cuántas veces habremos oído que alguien dice que su único defecto es ser perfeccionista. Quizás lo diremos nosotros mismos. O, lo contrario, pensar en el perfeccionismo como en la mejor de las virtudes. Ambas visiones podrían ser correctas, si dependiera de qué interpretemos como perfeccionismo: si hablamos del afán de realizar obras que se acerquen a lo perfecto o del terror a cometer errores. Pero incluso el Diccionario lo define así: «tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado».

Al tratar este tema, desde mi punto de vista topamos asuntos que ya se vieron en otros artículos. Por ejemplo, el perfeccionismo suele ser síntoma de un rasgo obsesivo, conectado con la ilusión de control de la que habló Ellen Langer, y al otro extremo del complejo de Jonás estudiado por Maslow. Si relacionamos la búsqueda de la perfección como fuente de ansiedad y sus tres respuestas posibles según lo que decía Rollo May, la conformidad sería la mediocridad, la desesperación el perfeccionismo y la búsqueda de sentido la responsabilidad.

Lo malo –entonces– no es buscar la perfección (“sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”, Mt 5, 48), sino obsesionarse con ella. Si en todo acto y obra queremos hacerlo cada vez mejor, para ajustarnos progresivamente a nuestros ideales y sueños, esa búsqueda nos permite crecer y desarrollarnos de manera enorme. Se transforma en un motivo (un motor) para hacer las cosas. Si, en cambio, esa perfección se transfigura en una idea recurrente, sintiendo que los demás nos juzgan si lo que les presentamos no es lo suficientemente bueno para ciertos estándares, entonces hemos dado con una patología.

Ese perfeccionismo tiene que ver con todos los aspectos de nuestra vida, y por tanto se puede evidenciar en trastornos fisiológicos, psicoafectivos y espirituales. Por ejemplo, una chica que no se siente digna de ser amada, pensará que no es lo suficientemente hermosa según los cánones de belleza que manejan sus pares, y puede caer en algún trastorno alimenticio como la bulimia o la anorexia. Se ve al espejo y no es capaz de apreciarse tal cual es, con sus aspectos lindos y feos; observa únicamente lo que no le gusta y lo magnifica.

Muchas veces el perfeccionismo nos resulta tan pesado, que no logramos llevar a cabo nuestras tareas, o no somos capaces de darlas por finalizadas. Existen artistas cuyas obras nunca ven la luz porque no llegan a parecerles perfectas, y siguen corrigiendo y aumentando hasta el infinito. A la final, jamás cumplen su propósito vital, pues siempre se sienten insuficientes. Creen que hay un ojo enorme que los ve y los juzga con tal severidad que los hace sentir indignos de cualquier aprecio.

Ante todo esto, yo propongo tres pensamientos claves para vencer las consecuencias negativas del perfeccionismo:

  1. La perfección es inalcanzable. Cuando asumimos que el ser humano y sus actos nunca podrán ser perfectos, porque no somos dioses (“Nadie es bueno sino solo Dios”, Mc 10, 18) podemos siempre mejorar, sin paralizarnos. Alguien me dirá que esta noción se contrapone con la de Mateo citada antes. Pero precisamente la idea es asumir la perfección como un ideal y no como un estado.
  2. Si no me cuido, no puedo ser responsable. Tanta gente se hace daño a sí misma (sin comer, sin dormir, sobreexigiéndose) para tratar de realizar trabajos perfectos que termina dejando de responder (responsable=quien puede dar respuestas) a lo que la vida y sus relaciones en realidad le piden. Contra esto, el comenzar asumiendo el punto 1 y luego reconociendo nuestras limitaciones para comprender que quien no está sano no puede hacer lo que se le exige, podremos llegar a buscar mejorar hasta donde nuestros límites dan, sin frustraciones por no ir más allá.
  3. No debo demostrarle nada a nadie, ni siquiera a mí mismo. Si estamos seguros de quienes somos y cuáles son nuestras capacidades y debilidades, es mucho más fácil saber que, si nuestras obras tienen imperfecciones, la única estrategia es aceptar el error y realmente querer corregirlo la siguiente vez.

La perfección debe ser tomada como un ideal de nuestras vidas, como una flecha lanzada a la Trascendencia. Nunca como algo que podemos lograr en cada cosa que hacemos, pues eso nos traerá frustraciones. El ansia permanente de crecimiento no puede confundirse nunca con la obsesión por lograr ser lo que queremos ser mañana o el día después. A la gloria se llega paso a paso, sin quemar etapas de manera apresurada. Y abandonados al único dueño de la perfección: nuestro Padre que nos impulsa a parecernos a Él.

Sed de infinito, pero con los pies en la tierra.

Publicado por pfreilem

Mi vocación por el estudio de la afectividad y la mente humana, y de cómo estas se integran con la fisiología y la espiritualidad, surge del propósito vital de hacer de este un mundo mejor, de persona en persona. Estoy convencido de que a través de la búsqueda del conocimiento de uno mismo y la comprensión de la realidad, podemos generar cambios no solo en nuestra individualidad, sino en los distintos espacios colectivos que habitamos. Psicólogo licenciado por la Universidad Técnica Particular de Loja, he realizado Diplomados en Psicología Cristiana y Antropología Cristiana por la Universidad FASTA (Mar del Plata, Argentina) y he participado en el Curso de Estilos de Pensamiento con el Dr. Robert Sternberg, (Boston, Estados Unidos de América) y el Seminario Psicología & Persona Humana (Lima, Perú). He efectuado prácticas en diversas instituciones empresariales y educativas. He actuado como facilitador de intervenciones apreciativas para el cambio profundo en las organizaciones. Poseo una amplia experiencia en charlas de formación, consejería y en consulta privada, gracias a la cual he podido responder a un llamado personal de incidir en la paz social a través del encuentro con la paz interior.

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