Efecto Carapaz

Podría poner cualquier apellido de alguien que haya tenido victorias celebradas por un conglomerado humano como suyas. Una idea que se expresa con la frase «subirse al carro del triunfo» y con aquellas palabras atribuidas a Napoleón: «la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana». Desde que ganó el Giro de Italia en 2019, el ciclista ecuatoriano Richard Carapaz ha venido siendo alabado y admirado en nuestro país (y en el resto de Latinoamérica y el mundo). No es para menos, pues se ha convertido en uno de los veinte ciclistas que ha logrado un podio en las tres Grandes Vueltas de su deporte. Sus declaraciones luego de ganar la medalla de oro en las olimpiadas de Tokio 2020 tuvieron una repercusión mediática muy grande, diciendo algo que conecto con las oraciones que he citado. Hay que comprender el fenómeno desde la psicología social para poder darle contexto, más allá de lo deportivo. Y sin querer subirme al carro de la victoria.

En algo muy similar a lo que ya hablé sobre Maradona, es natural que un país se apropie de las victorias de uno de sus ciudadanos. No es para menos, cuando Carapaz ha obtenido tantas glorias en el ciclismo, y ante la percepción por parte de ecuatorianos de sentirse inadecuados, todo un pueblo puede usar como compensación el mecanismo de la identificación. Es por esto que Richie lanza tan duras palabras: «el país nunca creyó en mí, esto me pertenece». Es algo que suena a esa búsqueda de autorrealización de los psicólogos humanistas. No quiere que, como suele ocurrir, gente que no lo merece se apropie de los esfuerzos que han culminado en su medalla olímpica. La «locomotora del Carchi» es ya una de las figuras históricas más importantes dentro del deporte ecuatoriano y es evidente que todo un país lo abrace como hijo predilecto. Es una extensión de lo que Gustav Bychowski señalaba en cuanto la relación entre los rasgos de un político y la psicología colectiva en momentos de debilidad, pero en lo deportivo.

Las palabras de Carapaz entran dentro de una constante de críticas de su parte hacia la dirigencia deportiva de su país, pero entiendo que no las dirige a su patria misma, ni a su pueblo. Pues esto resultaría una puñalada contra ese sentimiento de pertenencia que ha alimentado un culto a la personalidad hacia este ciclista. No, Carapaz ha sido constante en señalar el amor a su patria, dedicándole sus triunfos. Es lógico, pues ahora el podio le ha dado un micrófono que se oye fuerte y claro, y puede expresar un resentimiento que viene desde sus días de aficionado, y que hace eco del sentir de muchos deportistas no solo en el Ecuador, sino en toda América Latina y en gran parte del mundo en vías de desarrollo. Es un sentimiento de indefensión aprendida que en no pocas ocasiones termina tirando a la basura cualquier sueño de gloria que tenga la persona.

Richie es la imagen de un pueblo que lucha por sus metas, sin apoyo, sin recursos, solo con una convicción en sus propias habilidades. En el planeta, millones de «carapaces» ven frustradas sus ansias de tocar el cielo por esperar ese apoyo o esos recursos. ¿Qué hace que una persona termine siendo campeón cuando miles de otras se quedan jugando en la cancha del barrio? ¿Por qué junto a un Maradona hay cientos de Carrizos? Goyo Carrizo fue un amigo de Diego que, como suele pasar, dicen que era mejor que el 10 de Argentina, si bien no llegó a nada. Mil millones de razones, complejas como el ser humano mismo. Y sin embargo, una sola: la vida es así. Porque podría sonar como motivador ejerciendo de gurú de la autoayuda y decir que basta con soñarlo y lo conseguirás. No es cierto. Puedo ponerlo en términos de fe y hablar de una ayuda divina, sin embargo me acuerdo de lo que Jesús señalaba: «muchos son los llamados, pero pocos los escogidos», pues el mismo Padre tiene hijos predilectos, y la victoria del mundo no es la victoria del Reino.

Aun con todo esto, considero que sí existen un par de elementos constantes en quienes alcanzan sus metas en esta tierra: constancia y suerte. La suerte, cuando hablamos de fe, se puede llamar Providencia. Y en esto estamos abiertos al misterio. Pero la constancia sí está en nuestras manos, y es quizás la única variable que de verdad lo está. Las habilidades son un don que podemos poner a trabajar, pero que depende también de lo que nos pasa, de nuestra circunstancia. El sueño nos resulta un gran motivador, aunque se puede ver bloqueado por una realidad que no colabora. Richie Carapaz ha sufrido ante la adversidad de diversas maneras, y sin embargo es de esas personas que la toman como un trampolín para el éxito. Otros, con sanciones, accidentes, derrotas o reveses económicos han claudicado. Richard no. Por su patria, por su tierra carchense, claro, pero sobre todo por su sueño y el de su familia.

Puedo unirme a la protesta de Carapaz, aunque en realidad me tiene sin cuidado. Estoy convencido de que más que apoyo se necesita perseverancia y azar (o bendición), que muchas veces es el premio a tal perseverancia. Pues, como dice, el dicho, el que la sigue la consigue. Richard pudo perder la vida en ese accidente, como les ha pasado a tantos. Sin embargo, se recuperó y fue capaz de seguir corriendo. O sumirse en la depresión al constatar la falta de interés por parte de las organizaciones y empresas públicas y privadas. No, él siguió probando y luchando. Pudo, también, conformarse con una medalla panamericana, pero fue fiel a su sed de infinito. El efecto Carapaz es el que produce que una persona salga de unas circunstancias adversas para alcanzar lo que se propone. El hombre es lo que quiere llegar a ser, solo cuando vence todas las trabas internas que tiene. De las externas ya se encarga Dios.

Soñar no cuesta nada, lo que cuesta es sostener el sueño.

Publicado por pfreilem

Mi vocación por el estudio de la afectividad y la mente humana, y de cómo estas se integran con la fisiología y la espiritualidad, surge del propósito vital de hacer de este un mundo mejor, de persona en persona. Estoy convencido de que a través de la búsqueda del conocimiento de uno mismo y la comprensión de la realidad, podemos generar cambios no solo en nuestra individualidad, sino en los distintos espacios colectivos que habitamos. Psicólogo licenciado por la Universidad Técnica Particular de Loja, he realizado Diplomados en Psicología Cristiana y Antropología Cristiana por la Universidad FASTA (Mar del Plata, Argentina) y he participado en el Curso de Estilos de Pensamiento con el Dr. Robert Sternberg, (Boston, Estados Unidos de América) y el Seminario Psicología & Persona Humana (Lima, Perú). He efectuado prácticas en diversas instituciones empresariales y educativas. He actuado como facilitador de intervenciones apreciativas para el cambio profundo en las organizaciones. Poseo una amplia experiencia en charlas de formación, consejería y en consulta privada, gracias a la cual he podido responder a un llamado personal de incidir en la paz social a través del encuentro con la paz interior.

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