En algunos artículos he hablado de la necesidad de obediencia a la realidad para poder continuar el camino hacia el ideal que le da sentido a nuestras vidas. Pero, ¿qué es la obediencia a la realidad? ¿No es obvio que la realidad es lo que vivimos todos y ya? Sin embargo, no es tan fácil, porque solemos enfrascarnos en la subjetividad de nuestros deseos y la desconectamos de lo que es real. De ahí procede la frustración vital. Esto no deja de recordarme esa canción de Sui Géneris: «Qué poca cosa es la realidad / mejor seguir, mejor soñar / que lo que vale no es el día. / Pero el sol está / no es de papel, es de verdad».
La obediencia a la realidad tiene que ver con lo que el filósofo Martin Heidegger llamaba «dejar ser al ser». Recordemos que Santo Tomás distinguía ser de esencia, lo estable de lo que se encuentra en movimiento, en construcción. Aceptar la realidad, en consecuencia, implica entenderla como algo en constante cambio, aunque sin perder aquello que la define. Es una suerte de término medio entre Heráclito y Parménides, pues el río al fluir sigue siendo el mismo río aunque sus aguas sean otras.
Por ello, obedecer a la realidad significa entender que solo puedo actuar en aquello que me corresponde, y que lo que hoy es mañana quizás ya no lo sea y no está bajo mi control. Pelearnos con la realidad es lo que hacemos cuando no asumimos que no es el ideal, que no tenemos capacidad de que lo sea, en nuestra imperfección. Podemos, sí, hallar el camino para que día a día y paso a paso vayamos acercando la realidad a ese ideal.
Esto nos obliga a una de dos opciones: o ajustamos nuestro ideal para que sea más realizable, o ajustamos el camino para llegar a él en cuanto está en nuestras manos. Pongo un ejemplo: si yo quiero ser un exitoso jugador de fútbol, primero debo aceptar que no soy Lionel Messi ni Cristiano Ronaldo. Pero después, puedo entrenar para llegar a acercarme a ellos e incluso superarlos si tengo las capacidades. Sin embargo, si luego de un buen tiempo de trabajo no logro ni siquiera jugar en la liga barrial, debería considerar que mi sueño de éxito pueda ser otro. Tal vez llegar a ser el mejor analista de fútbol que ha visto el mundo y sus alrededores.
Nuestros sueños construyen ideales si estos se ajustan a lo que podemos dar de nosotros mismos. Y vamos empujando la realidad hacia esos ideales asumiendo lo que somos capaces en ese sentido, y dejando lo demás en manos de Dios. Obedecemos a la realidad como va presentándose. Comenzamos por nuestra propia realidad, nuestros propios límites y nuestras propias capacidades. Y esa realidad abarca todo lo que somos y donde nos movemos: vocación, ocupación, matrimonio, familia, sociedad, etc. Si amamos ese camino, encontramos la felicidad porque le hemos dado ese sentido de alcanzar un ideal.
Obedecer la realidad significa movernos hacia un ideal sin perder la esencia.