Muchas veces habremos oído esta frase en diversos contextos. Son palabras que no siempre son comprendidas y frecuentemente generan polémica. ¿Esto significa que los pobres lo son porque quieren? ¿La intención es motivar a que nos esforcemos en conseguir lo que anhelamos? ¿O es darle la contra a la idea de la pobreza como castigo divino? ¿O más bien decir que no es real sino que está en nuestra cabeza? Podría ser cualquiera de estas, una mezcla de un par o de todas, o incluso otras más. ¿Es válida, entonces, dicha oración, o cabe ignorarla como ridícula?
Pienso que hay una dualidad en el sentido de esta frase. Por un lado, nos dice que si quieres dejar la pobreza hay que enfocarse en ello y ponerle ganas; por otro, que puede ser que no seas pobre, sino que te consideras pobre. En contra de la primera, Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, nos cuenta que el 90% de los que nacen pobres mueren pobres y el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, independientemente de lo que hagan para merecer esa suerte. La idea de Stiglitz apunta a una desigualdad de oportunidades. Podríamos hacer mención a la pirámide de Maslow también: si la pobreza condiciona a la persona a buscar satisfacer sus necesidades fisiológicas y de seguridad, es difícil que tenga espacio para la autorrealización. En cuanto a la segunda idea, en cambio, tenemos muchas opiniones valiosas que la sustentan; por ejemplo, aquella de San Agustín: “pobre no es el que tiene menos, sino el que necesita infinitamente más para ser feliz”.
¿Podemos decir en consecuencia que no hay manera de evitar que un pobre lo siga siendo, y además concluir de forma tajante que no es que sea pobre sino ambicioso? Pienso que nada es blanco o negro, más bien hay un espectro infinito de posibilidades. Primeramente, convendría entender que la definición de pobreza puede ser vista en términos absolutos o relativos; o mejor, objetivos o subjetivos. Incluso si intentamos ser objetivos, los parámetros que tomemos en cuenta para medir la pobreza pueden variar significativamente. Entonces, ¿somos en verdad capaces de calificar a alguien como pobre de manera cierta? Sin querer caer en relativismos, creo que la pobreza resulta difícil de definir en términos absolutos, pero sí es obvio que no nos equivocamos al decir que una persona es pobre cuando no tiene cubiertas sus necesidades básicas (alimentación, vivienda, vestido) y de seguridad (trabajo, educación, salud). Y si tomamos en cuenta esto, existen muchas personas que son efectivamente pobres.
Salvados estos obstáculos conceptuales, considero que, si hablamos de la imposibilidad de salir de la pobreza por falta de oportunidades, es claro que aunque haya apenas un 0,00001% que logra superarla no podemos hablar de manera determinista. Es decir, es una circunstancia que nos condiciona pero no nos define. ¿Qué es lo que hace que un pobre deje de serlo? Debemos evitar caer en el pensamiento mágico (ese de “deséalo con todas tus fuerzas y el universo conspirará para que lo logres”); sin embargo, la falta de oportunidades es una realidad que siempre podemos empujar hacia un ideal de bienestar. Ellas no solo nos llegan, sino que las buscamos e incluso las creamos. Sabemos que es más fácil escribirlo que volverlo realidad, aunque eso no quiere decir que no podamos hacerlo. Algunos lo logran y otros no, ciertamente. ¿Suerte, bendición? Seguro es una mezcla de ambas sumadas al trabajo dedicado.
De todas maneras, es verdad que existen personas que se consideran pobres sin serlo. Me acuerdo de esos tipos que, cuando se les pregunta cómo están, contestan con algo parecido a “aquí… sobreviviendo, como cuando eras pobre”. Puede sonar chistoso, pero refleja aristas muy negativas: pesimismo, resignación, conformismo y –la peor de todas– envidia. En general, esas palabras vienen de gente que hasta puede estar mejor que uno en el aspecto material. Es claro que aquí calza esa idea de que dicha persona no es realmente pobre, sino que vive en una mentalidad de pobreza. Se ven como pobres pues envidian a los que parecen estar más cómodos, y que seguramente no se quejan de lo que les falta. Sienten carencias porque han generado necesidades.
En resumen, aunque a la población que está bajo la línea de la pobreza pueda resultarle difícil salir de ella por la falta de oportunidades, y mientras quienes podamos colaborar a dárselas no lo hagamos, sí es cierto que un cambio de mentalidad produce un crecimiento no solo en nuestras metas de autoactualización y autorrealización, sino en nuestro mismo bienestar y el de quienes nos rodean. Podemos aprender a tomar nuestras circunstancias y lograr con ellas siempre un poco más de lo que sería normal esperar. Somos capaces de muchas cosas porque Dios nos ha dado varios talentos, el punto es sentir esa responsabilidad de echarlos a andar.
Que la vida no sea una carga, sino un camino de progreso con sentido.