¿Qué te puedo decir que no hayas ya leído una y mil veces en otros artículos o memes de los miles que te llegan por lo del coronavirus? Quizás poco, porque no hay nada nuevo bajo el sol. Pero creo que es muy importante subrayar ciertas ideas, partiendo de lo que ya dije en mi artículo anterior.
Para muchos, el título de esta crónica les sonará extraño, paradójico, hasta absurdo. ¿Caos? En realidad, es un acrónimo que quiere decir Conexión, Aceptación, Orden, Sentido. Confieso que en esto hay bastante de licencia poética, puesto que no necesariamente va el uno después del siguiente, y es probable que el concepto que busco vaya más allá del término elegido. Porque considero que esas son las claves para que este (u otro) aislamiento resulte no solo llevadero sino incluso positivo. Paso a detallar:
· Conexión:
Algunas personas tenemos la suerte de vivir esta cuarentena en familia. Otros lo hacen en comunidad. Sin embargo, el resto deben permanecer solos, en el más literal aislamiento. Aun así, no tenemos por qué quedarnos en esa isla.
Resulta evidente que la tecnología nos acerca, desde la invención de la escritura hace como cinco milenios, pasando por la Galaxia Gutemberg en 1450 (según el concepto del gran filósofo de la comunicación, el católico Marshall McLuhan), hasta llegar a la Sociedad de la Información (otro concepto de McLuhan) con la Revolución Digital a partir de la década de los 80 del siglo anterior.
Pero estar conectados hoy en día (y en especial en nuestra actual coyuntura) implica bastante más que tener acceso a internet. Quiere decir construir y proteger lazos, algunos que vienen desde la cuna y otros que vamos formando en el camino. Y no se necesita un teléfono inteligente para hacerlo. Se necesita la voluntad de sentirse parte de algo, con alguien, con «álguienes». Con el hermano con el que estoy conviviendo y que a ratos ya quiero ahorcar, con mi papá con el que hablo a través del celular, con el apenas conocido que me manda un mensaje en la red o el casi desconocido a quien veo de ventana a ventana.
¿Cómo alimento esa conexión? Sintiendo que estamos en esto juntos. Que mis relaciones no me definen, pero sí me completan. Que puedo encontrar una motivación en el abrazo que daré cuando todo vuelva a lo que llamamos «normalidad» (ya hablaré de eso después). A través de una foto arrugada y descolorida o de la videocámara casi-casi en tiempo real.
· Aceptación:
Este concepto debe ir unido a la búsqueda de conocimiento, porque no puedo aceptar algo que no entiendo. Y en un momento complicado como el de una cuarentena, hay que tomar con pinzas la información. Sea cualquier medio de masas o cualquier red social o «chat», debemos ser lectores atentos y consumidores conscientes de datos. No todo lo que nos llega será cierto, y muchas veces tendrá apenas la suficiente dosis de mentira para mimetizarse con la verdad.
Entonces, no debo pelearme con la realidad, sino ser obediente a ella. No puedo cambiarla, pero sí ajustar mis reacciones. No tengo capacidad de evitar el avance de una pandemia, o salir y poner en riesgo mi salud y la de los otros como si hubiera adquirido de forma mágica inmunidad ante ella. Sí está en mis manos aceptar que este virus seguirá extendiéndose y que lo mejor que puedo hacer para detener su agresivo avance (aplanar la curva como dice la OMS) es quedarme en casa.
· Orden:
Por contradictorio que suene con el acrónimo que he inventado, para combatir el caos es vital el orden. Si guardo una organización que me permita notar que cada cosa que hago me aleja del desbarajuste que busca invadir nuestra mentalidad, me sentiré en paz. Y he de extender ese orden a los que me rodean. Limpiar, clasificar, poner horarios. Distinguir el martes del sábado y el jueves del domingo. Festejar los cumpleaños y las fechas importantes. O sea, contarle a la vida que nada ha cambiado.
Debo organizar mis cosas, pero también mis pensamientos. Lo tangible y lo intangible. Es un tiempo asimismo para poner en orden mi alma, encontrar lo que había olvidado o perdido en mi vida interior. Igual, tratar de ordenar mis sentimientos con las personas, con las instituciones, con los otros y con Dios. Comenzando por mí mismo, pero terminando allá afuera.
· Sentido:
Para todo lo anterior es crucial encontrar un sentido a las cosas. Y no se lo encuentra sino adentro, soy yo quien se lo puede dar a cada actividad, a cada pensamiento. Tanto en lo más grande, el sentido que tiene mi vida, hasta lo más pequeño, ¿por qué comer una galleta hoy y no mañana?
Si voy a sostener mi relación con alguien, será para motivarme a salir sano de aquí y cuidar a ese alguien, motivándolo también a algo equivalente. Si voy a buscar entender qué está pasando y aceptarlo, será para darme ánimos y animar al resto a preocuparse de lo esencial y no de lo accesorio. Si voy a ordenar mi cuarto hoy, será para tener la tranquilidad en mi cerebro que me permita enfocarme en mis objetivos cotidianos. Si voy a buscarle sentido a este encierro, será para salir renovado y no dejarme abatir por el miedo.
· Libertad:
Ya sé que este concepto no es parte del acrónimo, es que es un eje transversal de todo. Sea en los campos de concentración (a decir de Frankl) o en medio de los Andes (como el equipo de rugby uruguayo en 1972), la única persona que verdaderamente nos puede quitar la libertad somos nosotros mismos.
El uso de nuestra libertad no depende de las condiciones externas, sino de lo que yo quiera hacer con esas condiciones. Como dice el dicho, preparar limonada con los limones que cayeron del cielo. Ahora estamos en cuarentena por un nuevo virus que está atacando a la humanidad entera, pero no voy a dejar que eso me tire al suelo. Voy a crear nuevos lazos y los que ya tenía los voy a fortalecer, en esta vida y la otra. Voy a ayudar a los demás a saber realmente qué estamos viviendo y cómo transformarlo en una oportunidad. Voy a aprovechar el encierro para dar orden a mi espacio físico, virtual y personal. Voy a darle sentido a todo esto. Elijo de manera libre alejarme del caos a través del C.A.O.S.