En realidad, hoy no estoy tan seguro de si es prudente seguir escribiendo sobre cómo enfrentar de manera positiva el aislamiento por la cuarentena debida a la CoViD-19. Ahora me pregunto si la disyuntiva es siempre «aislamiento vs. muerte» o podría ser también «aislamiento y muerte»…
Ayer vi en «Date un vlog» (un canal de YouTube que sigo y recomiendo) una dolorosa reflexión de Santiago Sierra, colombiano invitado por Javier Santolalla (el dueño del canal), sobre la realidad de los pobres en este momento pandémico de la historia. No les voy a contar la reflexión entera, para que la vean si se pasan por ahí.
Más bien, les quiero hablar acerca de qué pensé yo luego de ver el video. El fin de esta página es tratar sobre la salud mental, partiendo de la búsqueda de sentido y el camino ideal hacia nuestra identificación como imagen de Dios. Pero ¿qué le puedo decir a una persona que tiene que salir todos los días, todo el día, a buscar en la calle el pan para sus hijos? Obvio, nos viene a la cabeza la pirámide de Maslow. Luego, ¿quién les puede decir a esas personas «quédate en tu casa»?
Cuando comencé en esto de la internet, allá por el siglo pasado, la penetración de este servicio en Latinoamérica no llegaba al 20% de la población. Hoy ese porcentaje representa a quien no tiene acceso. Sin embargo, la gente con carencias que puede acceder, es seguro que no lee páginas como esta o ve videos como los de Santolalla, y tampoco lee los mensajes en las redes sociales de aquellos que los insultan por no acogerse a la cuarentena, como si fueran estúpidos egoístas sin criterio. Y es mejor que sea así, por su tranquilidad.
No estoy aquí para secundar voces en contra del aislamiento obligatorio (el presidente de Brasil viene a mi mente). Pienso que es prudente buscar aplanar la curva, y la cuarentena es el mejor camino. No tanto por lo estadísticamente letal que pueda ser el SARS-CoV-2, que hay cosas en la vida más letales, sino por esa persona que podría no haber muerto si no se hubiera expandido tan rápido el virus y que podía ser tu padre o tu hijo. Como he venido hablando en mis dos artículos anteriores, debemos estar conscientes de los riesgos mentales y -a la larga- vitales del encierro para protegernos y sacar provecho de esta circunstancia.
Pero permanecer aislado, irónicamente, es un privilegio. Lavarse las manos con agua limpia y jabón también lo es. Ni hablemos de estar informados de forma conveniente de la realidad de esta enfermedad por coronavirus. Si de salir a la calle a vender unos chicles o un cargador de celular depende la supervivencia de tu familia, te importará muy poco que haya una orden de quedarse en casa. Déjenme trabajar, dirás.
Sí, también conviene recordar a todas las personas cuya vocación, ocupación y profesión los tiene arriesgándose día a día por dar su servicio a quienes lo necesitamos. Para ellos también sería un privilegio poder quedarse en casa. Ojalá que sepan encontrar un verdadero propósito más elevado a esa labor y que dé frutos, y confío en que así sea, con la ayuda de Dios.
Sin embargo, no quiero que nos estanquemos en lo negativo, llorar y lamentarnos por esta dura realidad de muchos hermanos latinoamericanos (y el mundo). Continúo con el eje conductor de mis artículos. Nosotros, los privilegiados que tenemos un dispositivo para conectarnos con el mundo mientras estamos en este aislamiento forzoso, debemos darle un sentido aún superior.
Si es posible, demos nuestra palabra de aliento a quien ha salido para darnos un servicio y procurar el sustento familiar. Por supuesto que no le podemos dar un abrazo, ni tan siquiera la mano, pero a metro y medio de distancia seremos capaces de hacerles sentir lo agradecidos que estamos por que estén ahí. Con una palabra, un gesto. Esa es una buena limosna, en esta cuaresma. Y si estamos en capacidad de dar más, aún mejor.
El mundo tiene que cambiar luego de esta pandemia, y debe comenzar por cada uno de nosotros. Ayudemos a todos a reflexionar sobre estas realidades y bajemos la mano con la piedra de juicio contra nuestro hermano. Si la curva deja de crecer, será gracias a nosotros los privilegiados, y a pesar de ellos, los necesitados. Mi oración y mi abrazo virtual con todos ellos.