Muchas veces, el liderazgo de una persona se ve enmascarado por los acontecimientos. Aquel líder designado puede no estar a la altura de la circunstancia, no porque no tenga la voluntad o las capacidades, sino porque las condiciones han cambiado. Entonces surge el líder natural para tomar la posta, aún sin reconocimiento y sin que nadie se lo diga. Simplemente porque alguien debía hacerlo y él siente que tiene que ser ese alguien. Un caso muy dramático que grafica esto ha sido retratado por el director Juan Antonio Bayona en una película que está causando furor en estos días.
Es el caso de los jóvenes uruguayos, pertenecientes a un equipo de rugby, que en 1972 cayeron en un accidente de aviación en medio de los Andes y terminaron sobreviviendo dos meses y medio en las condiciones más inclementes. Marcelo Pérez, el capitán del equipo, fue el primer líder en comenzar a ponerse de pie luego del percance. En parte, porque se sentía responsable de sus compañeros y, por otro lado, por haber sido quien instrumentó el viaje. Organizó a los ilesos para poder rescatar al resto de pasajeros supervivientes, despejando el fuselaje con el fin de pasar la noche. Racionó la escasa provisión de bebida y alimento que tenía el grupo. También puso a trabajar al equipo de manera ordenada en la elaboración de ingeniosos utensilios que permitieron su sostenimiento en la montaña. Sin embargo, cuando a los 10 días se enteran de que dejaron de buscarlos, el capitán se desploma. Lamentablemente, menos de una semana después, se produjo un alud que sepultó los restos del avión y ocho personas más murieron asfixiadas bajo la nieve, entre ellas Marcelo Pérez.
Como dice Víctor Frankl en «El hombre en busca de sentido», la resiliencia humana viene cuando nos enfrentamos a los problemas y encontramos sentido en la vida. En tiempos difíciles, ser un líder no solo significa aguantar el sufrimiento, sino también mantener la esperanza en algo mejor. Según Carl Rogers, trabajar juntos de verdad implica compartir vivencias y colaborar en alcanzar metas en las que confiamos mutuamente. Carol Dweck, en «Mindset«, nos dice que tener una mentalidad de crecimiento es clave para el éxito, ya que nos permite ver los desafíos como algo positivo en lugar de algo que da miedo. Si aplicamos la teoría de Maslow a los sobrevivientes de los Andes, vemos cómo buscan la satisfacción emocional y la autorrealización, dándole un propósito de salida a su día a día, una vez que logran cubrir sus necesidades básicas y de seguridad.
Roy Harley logró cavar para recuperar a los que quedaron bajo la nieve. Uno de los que fueron salvados fue Roberto Canessa, quien estaba iniciando sus estudios de medicina, y que inició la labor de curación de los que habían sido librados de estos desastres. Él fue uno de los primeros en pasar de la pasividad de esperar que llegaran las operaciones de rescate, a intentar salir por ellos mismos. Y fue quien tomó la difícil y macabra, pero necesaria, iniciativa de sacar los cuerpos de los fallecidos del fuselaje y que sirvieran de alimento para poder sustentar sus débiles humanidades. Participó en las distintas excursiones que buscaban esa puerta de escape de la inhóspita cordillera. Y fue quien llegó a los Maitenes, en Chile, para al fin encontrar ese tan ansiado salvamento, junto con Fernando Parrado.
“Nando” Parrado merece un análisis aparte. Luego de que el avión se estrella, Parrado es dado por muerto durante tres días, pero se repone y logra sostener los últimos momentos de su hermana, quien lo acompañaba en el vuelo junto con su madre (fallecida al instante). A pesar de esos dolores y de que en algún momento pensó que no daba más, se levanta y lidera las expediciones en busca de una salida a ese infierno nevado. Y cuando la última de ellas, acompañado por Canessa y Antonio Vizintín (quien debe volver a los restos del avión para poder disponer de su ración de comida), parece no tener buen futuro, pues sólo pueden ver montañas a su alrededor y sienten su empresa culminar en derrota, es quien toma la decisión y se la dice a Roberto: o se quedaban ahí y morían, o seguían y morían luchando.
Nuestras montañas pueden ser muy variadas, según lo que a cada grupo, empresa o comunidad le toca. Pero el líder natural, que es muchas veces quien menos se espera, el que se “da por muerto”, termina conduciendo a todos hacia la solución, hacia la salvación. Nosotros podemos ser ese líder, si asumimos que si no lo hacemos tal vez nadie tenga la entereza para hacerlo. Lo único que se necesita es tomar esa decisión: por difícil que se vea el camino, la opción es detenerse o morir en la lucha. Es decir, no hay peor pelea que la que no se enfrenta. Es solo una cuestión de actitud.
La “Sociedad de la Nieve”, como ellos mismos se llamaron (y que da título a la película de Bayona), funcionaron como el equipo de amigos que eran, y eso fue un elemento importantísimo para salir de ahí. Pero necesitaban quién los conduzca. Y Canessa y Parrado fueron esos líderes naturales que supieron echarse el equipo al hombro cuando todo parecía perdido, simplemente porque podían. Aunque no lo tomaran así, como se puede entender en estas palabras de Nando, “¿quién quiere ser líder de unos condenados a muerte?”.
El líder natural da el primer paso aun cuando sienta que no puede más.
Excelente punto de vista psicológico de los héroes de la nieve. Yo vi la película y sabía de la historia, muy fuerte …. Y pensé de donde sale esa valentía y fuerza de voluntad de los chicos uruguayos…. Héroes en verdad …. Gracias por su articulo !!!!
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