Mi última revisión de medios sociales corresponde a la de mayor crecimiento en estos años: TikTok. Es, quizás, la red más adictiva de todas, la menos segura, la que más riesgos encierra. Digo quizás, porque es la que menos conozco, y no siempre lo que uno lee tiene sustento. Digo quizás, porque puede que la masiva popularización que mantiene vaya obligando a la empresa tecnológica china ByteDance (quien maneja la aplicación) a montar más y mejores filtros de contenido y de seguridad. Digo quizás, por último, pues pienso que podría llegar a ser una gran herramienta que modele la sociedad como hoy lo está haciendo YouTube (¿qué diría McLuhan?).
Para hablar en sencillo, TikTok surge de dos aplicaciones chinas anteriores: musical.ly y Douyin y en dos años ha llegado a alrededor de mil millones de usuarios activos. Permite crear videos cortos que van de entre 15 y 60 segundos normalmente. Estos pueden luego ser compartidos, comentados, reaccionados, duplicados u obtener un “me gusta” de una manera similar a otras redes sociales, aunque con mecanismos propios. Sus consumidores son en su mayoría menores de edad, incluso de menos de 13 años (que suele ser el límite de otras plataformas); es decir, de las generaciones Z (centennials) y alfa. Se trata de contenidos variopintos, que van desde los primigenios bailes y fonomímicas –lip sync– sobre canciones populares (muchas de ellas “viralizadas” a través de este medio) hasta pequeños tutoriales sobre cualquier tema, prácticamente sin control. Uno de los éxitos de la aplicación es el poder convertir un video cualquiera, incluso al estilo selfie, en un contenido visualmente interesante mediante filtros, transiciones y demás efectos que ella misma proporciona. A diferencia de la mayoría de redes sociales, que migraron del PC al teléfono inteligente, esta es una aplicación nativa de los celulares, y eso también la vuelve más atractiva para los más jóvenes. A todo eso le sumamos que su algoritmo, basado en una inteligencia artificial que toma nota del contenido consumido (similar a la de YouTube), presenta automáticamente material relacionado sin necesidad de interacción.
Ferran Lalueza, profesor de Comunicación, señala que sus contenidos son muchas veces banales, aunque por otra parte sea una red social “nueva, fresca, divertida e intuitiva, por lo que resulta muy atractiva para los adolescentes”. Manuel Bruscas, jefe de producto de una plataforma de control parental en Internet advierte del peligro que puede resultar al ser una aplicación que “está fuera del radar de los padres”, si bien muchos usuarios son tan pequeños que recurren a pedirles el aparato e ingresar, al no tener un dispositivo propio. Esto es un riesgo pues ellos “aún no tienen la personalidad desarrollada para gestionar según qué situaciones”. Marc Masip, psicólogo experto en adicción a las nuevas tecnologías, se cuestiona que, si pasan tanto tiempo usando la aplicación (una hora diaria en promedio), “¿qué dejan de hacer para estar en TikTok?”. Si a esto se añade que “exponen su intimidad en Internet sin entender lo que implica”, estamos ante una amenaza real para los más jóvenes. Y sumemos que es una de las redes sociales más adictivas, sobre todo gracias a la inmediatez que proporciona y que caracteriza a las nuevas generaciones (la sociedad líquida de Bauman).
Entonces, ¿TikTok debería desaparecer, debería ser prohibida? Por supuesto que no. Recordemos que lo malo no está en el medio en sí, sino en cómo lo utilizamos. Y pienso que no existe mejor manera de usar una plataforma que dándole el espacio para ser el sitio de encuentro de las distintas personas y comunidades. Darle un giro más en cuanto a contenido que en cuanto a quiénes la usan y las seguridades que haya (que -evidentemente- deben ir mejorando). Aunque el algoritmo nos vaya empujando de un video a otro, también tenemos la posibilidad de saltar los que no nos brindan nada, en pro de aquellos que en verdad nos ayudan a entender la sociedad y generar aportes dentro de ella. Podemos seguir siendo consumidores activos e inteligentes, a pesar de que la dinámica del sitio nos aliente a lo contrario.
Y en cuanto a los menores de edad, ¿qué hacer? Ellos todavía tienen mucho que aprender sobre el mundo (el interior y el exterior), y es evidente que no lo pueden hacer en una red social. Sin embargo, ¿y qué decimos de los niños que crecen con padres ausentes? ¿No podría ser esta red una respuesta realmente nutritiva a esa carencia? Como es obvio, nada sustituye a la presencia del padre o la madre, ni siquiera la mejor de las guarderías, escuelas, colegios o universidades. Pero si TikTok se pudiera convertir en un verdadero aporte al crecimiento de todos esos chicos, quizás la sociedad podría darle una mano. En junio de 2019, se impulsó la etiqueta –hashtag– #EduTok dentro de la aplicación, generando 37 mil millones de visitas en ese momento. Luego de esto, la compañía se asoció con start-ups de edtech (empresas de educación tecnológica de rápido crecimiento), lo cual ha ido incitando a que sea una plataforma que vaya aumentando su capacidad de apoyar el aprendizaje.
Yo siento que este medio social tiene un futuro enorme, paralelo al de YouTube, en cuanto a generar la nueva sociedad del siglo XXI, y más cuando los Z y Alfa son sus principales consumidores. De una manera similar a lo que pasó con YouTube y la generación milénica, los adolescentes que crezcan usando TikTok podrán transformarla en una plataforma que les ayude a promover los valores humanos, el aprendizaje compartido y la contención emocional entre pares. Un sitio donde los menores de edad que se vuelvan adolescentes y adultos jóvenes puedan generar un cambio social para democratizar más la educación y el entretenimiento, pero de una manera sana y sustentable. Los niños y adolescentes y sus padres deben comprender lo fundamental de compartir estos recursos entre ellos, para cerrar la brecha que se abrió en otras generaciones. Porque, después de todo, ¿no es menor la diferencia entre los padres de la generación X o Y y los hijos de la Z o la Alfa que la que hubo entre las generaciones anteriores y sus hijos? Porque, McLuhan dixit, los medios digitales moldean nuestra sociedad más que ninguna otra realidad. Y eso nos debería unir.
El TikTok puede ser la academia del mañana inmediato, a través de comprendernos como comunidad.