Con este artículo cierro mi análisis desde el punto de vista psicológico de los mensajes encontrados en este talent show que en Ecuador ha llegado al final. Los jueces Carolina Sánchez, Irene González y Jorge Rausch repiten estas palabras hasta que los concursantes se las llegan a grabar, usándolas como reglas del juego. Considero que calzan como máximas de vida si las sabemos aplicar de manera conveniente.
Repito una vez más que no busco entrar en profundidades sobre este formato, aunque atendiendo a Marshall McLuhan, «el medio es el mensaje», y en este caso podemos ir asimilando estas normas porque vemos cómo se aplican en un concurso y realmente son claves para lograr ganarlo. Quien entiende las reglas de la vida emprende un camino con sentido y significado, de una manera más entusiasta y con menos dificultades. De eso se ha tratado esta serie.
- Si me trae suflé le juzgo suflé
Como dice el refrán, «que no nos pasen gato por liebre». No es raro que nos quieran «engatusar», ofreciéndonos la luna y las estrellas, y que resulten promesas sin cumplir. Nosotros también podemos terminar haciéndolo por miedo a la soledad. El cocinero que presenta cualquier cosa llamándolo suflé, con la idea de que ese nombre impresionará a los jueces, terminará siendo bajado a la realidad pues como suflé estaba terrible, aunque pudo haber sido un buen pastel de choclo, por ejemplo. Si usamos una bonita lírica para enganchar a alguien y mantenerlo a nuestro lado, tarde o temprano terminaremos siendo puestos en evidencia.
- Si nos traes dos platos, ¿cuál juzgamos?
De una manera parecida a la anterior, no está bien «jugar a dos naipes» (o barajas), a ver cuál me resulta. El cocinero al que se le pide un plato y lleva dos al atril, puede hacerlo creyendo que está jugando con ventaja, porque es seguro que uno de los dos estará mejor que el otro; lo malo es que los jueces solo probarán uno. Cuando queremos jugar con esta ventaja, «ir a la fija», normalmente terminamos como el perro del hortelano, «sin pan ni pedazo». Debemos presentarnos como somos, sin doblez, sin pensar que podemos mostrar la cara que creemos más amable para ser aceptados. A la final, siempre verán lo que realmente tenemos para dar.
- Hay que balancear sabores
Una de las principales lecciones de MasterChef, y del arte culinario en general, es esta: encontrar el balance perfecto. En la cocina, aprender a equilibrar el dulce, el ácido, el amargo, el salado y el umami (el quinto sabor, lo sabroso) es el secreto de una buena sazón. Por eso es importante probar lo que se prepara, para entender esos picos de sabor y resaltar lo que se quiere resaltar. En la vida, nada es absolutamente alegre, ni doloroso, ni triste, ni sacrificado, ni divertido. La gracia está en hallar el balance entre todo eso. No buscar que la vida sea diversión y gozo para pasarla bien, como tampoco dolor y amargura para que nos compadezcan. Sacrificio y disfrute en la justa medida.
- Aprende a escuchar
Otro de los fundamentos de MasterChef y de la vida. «El que obedece no se equivoca, se equivoca el que manda», reza un adagio moral. Saber escuchar, interpretar las señales y leer los signos, entender las etapas, aceptar las críticas y asumir la realidad, ahí está la esencia de una vida ordenada y que camina a la felicidad. Si un chef me dice que tengo que dejar de usar la cama de lechuga bajo una proteína caliente porque se torna «un horrrrorrrr» y lo vuelvo a hacer, ya debería saber que me van a dar palo por eso. Si no puedo ser obediente a la realidad y sigo estampándome contra el piso queriendo obtener resultados distintos haciendo siempre lo mismo, no debería frustrarme y buscar culpables. Dios nos llama a aprender de nuestros errores y oír a quienes saben más. Ese es el sacramento de la Penitencia.
- Limpia tu estación
La última y -para mí- más importante lección de vida: recoger nuestros desperdicios. Yokoi Kenji Díaz habla de la relación entre la prosperidad y lavar la loza (lavar los platos sucios). Es que si el cocinero no va limpiando lo que ensucia, luego ese desorden y suciedad impide que prepare un plato higiénico, suculento y atractivo. Si en nuestra vida no sabemos recoger lo que hemos tirado, reconocer errores, reparar daños, difícilmente podemos ser lo que podemos ser, ni tener las relaciones que buscamos. La organización comienza por aceptar nuestra responsabilidad en el desorden. Y esto nos da paz mental.
Aquí sí, doy fin. Tal vez MasterChef solo sea una franquicia más de telerrealidad que juega con la emotividad del consumidor. Sin embargo, en ella podemos encontrar verdaderas joyas sobre cómo manejar nuestras emociones, adquirir aprendizajes y perseguir nuestros sueños a través de disciplina, orden y esfuerzo. Cuando sabemos buscar, podemos encontrar maravillas aun en lo que aparece como más superfluo y banal. Este talent show no es la excepción, y dejarnos influir por esos mensajes puede ayudarnos a ser mejores día a día, poniendo atención a cada detalle pero sin perder de vista el gran cuadro que es nuestro propósito final.
La vida es una batalla que se gana con pasión, orden y obediencia a la realidad. Pero sobre todo con amor.