Callar por amor

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En mi labor diaria como psicólogo, muchas veces he trabajado con parejas cuyo problema principal es no saber comunicarse. Gracias a Dios, a la mayoría les he podido ayudar a descubrir una herramienta fundamental de la comunicación, muy sencilla y a la vez compleja: el saber qué decir, cómo decirlo y cuándo decirlo.

  • El qué implica desnudar sentimientos y pensamientos, para que el otro no reciba solo palabras, sino a una persona.
  • El cómo tiene que ver con utilizar el canal y la forma adecuada a la necesidad de tender puentes y buscar soluciones, para evitar el bloqueo de quien se siente atacado.
  • El cuándo significa esperar, calmarse, encontrar un momento y un lugar idóneo para el diálogo, para que el ruido de la ira, el dolor o incluso el estrés diario no influyan en lo que quiero transmitir.

Pero uno de los modos que toma este saber qué, cómo y cuándo en la comunicación tiene que ver con el silencio. Es como la música: si no existieran silencios, no tendríamos la capacidad de apreciar los sonidos; el mejor músico no es el que más notas toca, sino quien sabe el valor de callar. En un mundo ensordecedor, quien guarda silencio parece que no aporta en nada; o porque no tiene nada que decir, o porque sabría que no puede decir nada. En realidad, convendría más oír al que calla que al que grita. ¿Tiene esto sentido?

Hace un tiempo (la Providencia siempre actúa así conmigo), oí por separado testimonio de tres parejas que descubrieron la efectividad de no decir nada ante algo que les molesta. Junto todas esas historias en una sola conclusión: luego de haber protestado durante mucho tiempo y de maneras más o menos agresivas y violentas por algo que la otra persona hacía y les ponía mal, decidieron dejar de hacerlo. Algunos por impotente resignación, otros por seguir ejemplos de héroes del cristianismo (comenzando por el mismo Cristo) que dieron valor trascendente a su silencio.

Y todos comprobaron los resultados: no solo se sentían en paz, mejores personas, mejores católicos, sino que lograron que la otra persona se sacuda y cambie justamente en eso que les molestaba. Su pensamiento era algo así: “¿Por qué ya no me reclama? Tal vez le he hecho tanto mal que no quiere hablar del tema. No quiero volverle a hacer daño, voy a cambiar”. Callaron por amor y alentaron al cambio por amor. Ganar-ganar.

Siempre que hay eventos que involucran a sociedades enteras, recuerdo esto. Porque las redes sociales comienzan a explotar de mensajes, unos de aliento, otros informativos (o desinformativos), otros vivenciales. De todos (o casi todos) podemos sacar algo de positivo, algo de bueno, bello y verdadero. Decía Borges que «no hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados». No hay palabra que no represente, alguna vez para alguien, el mensaje que necesitaba su alma.

Pero el mejor mensaje, muchas veces, es el silencio. Ya hay mucho grito allá afuera, y muchas veces aquí adentro. Ya hay mucho ruido en los medios. Necesitamos volver al silencio, a ese de la mano en el hombro y el abrazo franco. A ese en el cual, con solo una mirada o un doble visto azul, sé que no tengo más que decir que «aquí estoy, cuenta conmigo».

Publicado por pfreilem

Mi vocación por el estudio de la afectividad y la mente humana, y de cómo estas se integran con la fisiología y la espiritualidad, surge del propósito vital de hacer de este un mundo mejor, de persona en persona. Estoy convencido de que a través de la búsqueda del conocimiento de uno mismo y la comprensión de la realidad, podemos generar cambios no solo en nuestra individualidad, sino en los distintos espacios colectivos que habitamos. Psicólogo licenciado por la Universidad Técnica Particular de Loja, he realizado Diplomados en Psicología Cristiana y Antropología Cristiana por la Universidad FASTA (Mar del Plata, Argentina) y he participado en el Curso de Estilos de Pensamiento con el Dr. Robert Sternberg, (Boston, Estados Unidos de América) y el Seminario Psicología & Persona Humana (Lima, Perú). He efectuado prácticas en diversas instituciones empresariales y educativas. He actuado como facilitador de intervenciones apreciativas para el cambio profundo en las organizaciones. Poseo una amplia experiencia en charlas de formación, consejería y en consulta privada, gracias a la cual he podido responder a un llamado personal de incidir en la paz social a través del encuentro con la paz interior.

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